CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al
viento y al azar. Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe. La vida es clara,
undívaga y abierta cómo el mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como
en abril el campo, que tiembla de pasión; bajo el influjo próvido de espirituales
lluvias, el alma está brotando florestas de pasión.
Y hay días en que somos
tan plácido, tan plácidos... -¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!- que un
verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, y hasta las propias penas nos hacen
sonreír.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña
oscura de oscuro pedernal; la noche nos sorprende con sus profusas lámparas en
rútilas monedas tasando en Bien y el Mal.
Y hau días en que somos tan lúbricos,
tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer: trás de ceñir un talle
y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y
hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto
del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo
nos pueda consolar.
Más hay tambien, ¡oh Tierra!, un día... un día...
un día... en
que levamos anclas para jamás volver...Un día en que discurren vientos ineluctables. ¡Un
día en que ya nadie nos puede retener!
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