PORFIRIO BARBA JACOB
1883-1942

     

CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga y abierta cómo el mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de pasión.

Y hay días en que somos tan plácido, tan plácidos...
-¡niñez en el crepúsculo!, ¡lagunas de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña oscura de oscuro pedernal;
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas
en rútilas monedas tasando en Bien y el Mal.

Y hau días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
trás de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Más hay tambien, ¡oh Tierra!, un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...Un día en que discurren vientos ineluctables.
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!

 

 

 

 

 

NOCTURNO

¡Oh, qué gran corazón el corazón del campo
en ésta noche azul y pura y reverente,
todo lleno de amor y de piedad sagrada
y fuerza suficiente!

Yo le escucho latir y comprendo mi vida:
me parece tan clara, tan profunda, tan simple,
y tiene como el mar y el monte puro
su raíz en el tiempo sumergida...

Yo le siento latir, y una onda inefable
y cordial y vital me conforta,
y no pienso que soy un barro deleznable,
y que la brega es dura y corta.

Toda inquietud es vana; la desazón soporta
-me está diciendo a voces un amigo interior-.
El minuto es florido, sonoro y halagüeño;
el corazón del campo te dará su vigor
para entrar en el último sueño.

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VIRTUD INTERIOR

Llego aquí como ayer sencillamente;
y en medio de los campos
abandono mi cuerpo
sobre la hierba fácil.

Ni voces que interrumpan la secreta
comunión de la vida;
ni libros imponentes
ni exceso de palabras.

Dulce cielo otoñal sobre las calles;
el agua limpia, el césped, la inefable
sencillez de las cosas;
y yo, sin ligaduras,
buscando el ritmo cierto
a la sombra de Dios que me sustenta.

Y la emoción que me darán los hálitos
del bosque, santamente,
y el éxtasis divino del silencio
debajo de los árboles...

La noche azul me cubre;
mi frente se circunda
de lirios y de estrellas,
y nace mi bondad y va fluyendo;
y en la inquietud absorto
sobre la hierba trémula,
mi corazón humilde
ama todas las cosas;

y siento hervir mi sangre,
y quiero derramarla,
y esta virtud cruenta
me va purificando...

Tamen

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