San Salvador, a inicios de la década de los años 60s, tenía casi más de
400 años de existencia, y más de 150 de independencia, pero su crecimiento y
desarrollo urbano había sido tan lento que cuando llegó mi uso de razón, y se abrió
mi reserva de memoria, San Salvador eran tan parvulario como yo.
Había tantas
calles polvorosas como había pavimentadas, tantos carros como carretas, el aire
era limpio, el ambiente agradable, la gente amigable y confiada.
Las noches
eran oscuras y más estrelladas, los focos de 200 watts apenas alumbraban las
calles, callejones, y callejuelas, pero los caminos eran mucho más seguros que
los ufanos de hoy con sus luces de sodio.
No existía la Colonia Santa Lucía, ni la Zacamil, mucho menos Ciudad
Credisa, ó Ciudad Merliot.
En la práctica había sólo dos clases sociales: La minoría
clase alta y la baja la mayoría.
La gran mayoría eran conglomerados pobres clase baja, como mi familia, viviendo
en olvidados mesones malolientes que pululaban en toda la ciudad. El mesón La
Bolsa en la calle Gerardo Barrios se decía era el más grande. Se refería
tenía cien piezas, pero la pieza número cien era la letrina y baño que
servía a los inquilinos de las otras 99 piezas. De allí que la palabra cien
pasó a ser sinónimo más de letrina, baño, interior, sanitario, pipi room,
cagadero..., etcétera.
El mesón donde mis padres y cinco hermanos vivíamos era uno
de los más pequeños del pijo que había en 1-2 kilómetros a la redonda, pero mi
mesón Costa Rica, propiedad de la familia Meardi, estaba céntricamente
localizado enfrente de la escuela Juan José Laínez y a dos cuadras de la
Joaquín Rodezno, cerca de los Bancos Capitalizador y Central de Reserva, La
Mariposa, el Cochinito, el Pollo Royal, el Campo de Marte, el Parque Bolívar,
la Basílica... y la mansión Dueñas.
Diez familias vivían allí y todos tenían
negocio. Había comedor -de mi madre-, talabartería, taller de mecánica,
carpintería, taller de modas... nadie tenía televisión, el radio eléctrico y
tocadiscos era un lujo de muy pocos, el recién introducido radio portátil de
transistores era más accesible, la música era el gran animador en la jornada
diaria en ese mercado-mesón... Rancheras, tríos, mambos, cumbias, mosaicos de la
Billo´s..., animaban el ambiente de trabajo duro y fiestas particulares que se
daban de vez en cuando.
Yo me ufanaba entre mi marita de párvulos en ser el
único que podía hacer completa la caída de la hoja cuando sonaba Bill
Haley.
Mi mente impúber braceaba en la corriente de mi ambiente y aunque no me
emocionaba oír los Corraleros del Majagual, ni los Tres Reyes, parecía
disfrutarlos cuando había una fiesta.
Entonces, cuando la época navideña de 1964, los escuché por primera vez
y comenzó mi párvula pesadilla...
Inglaterra, a través de la
historia, ha sido un país que en las artes no le dio al mundo un Miguel Ángel,
un Rembrandt, un Monet, un Picasso; en la música-música no dieron un Beethoven,
un Chopin, un Bach, un Mozart; y en literatura, significantemente, sólo dio a
Shakespeare, y algunos eruditos ponen en tela de juicio su real existencia...
En mi opinión considero que Inglaterra ha dado solamente tres aceptables
legados a la humanidad: Estados Unidos, el Fútbol... y Los Beatles.
Los escuché y de inmediato me gustó su música. No sabía lo que decían
pero me llegó. En el mesón yo me convertí en un paria, un extraño, mientras los
"machos" adultos se ponían a verga con Pedro Infante, Javier Solís, y
Jorge Negrete, las mujeres casi lloraban con las "rancheras que dan
Cólera". A la mara de mi edad le gustaba Leo Dan, César Costa, el gran
canelón Enrique Guzmán y el "voz de hombre" Alberto Vázquez...
Con
mis Beatles yo era un total extraterrestre, y las burlas y malas pasadas me
hicieron alguna vez llorar... pero entonces la Radio 630 -La Monumental-,
quizás en 1965, comenzaron un programa llamado "Media Hora con Los
Beatles" de 9-9:30 de la noche.
Mi tata con su Agustín Lara, Pedro Vargas,
Olga Guillot, etc... nunca me permitió poner esa "música degenerada"
en la radio de mi hogar, y mi madre tratando dulcemente de disuadirme me decía
"vos no sabés si te están maltratando con esa música"... Pero cual
chava quinceañera, cuanto más me regañaban más me gustaban.
Entonces me
regalaron un radio de siete transistores esa Navidad. ¡Jamás me perdí Media
Hora con Los Beatles!, que después lo extendieron a una hora.
Yo dejaba la batería del radio al sereno todos
los días para
que se cargara, tanteaba con la lengua... y hasta que sentía que había muerto
la botaba.
Jamás pude encontrar otro que le gustara Los Beatles, ni en mi mesón, ni
en mi barrio Santa Lucía. El rock latino de esos años del 65 al 67 fue dominado
por mexicanos como los Hermanos Carrión, Los Yaquis, Johnny Jets, Alberto
Vásquez, Manolo Muñoz, Teen-Tops, Oscar Madrigal, César Costa, Roberto Jordán y
otros. Fue hasta 1967-68 que con la llegada de la nueva ola comenzaron a
salir seguidores beatlemaníacos apareciendo grupos de rock guanacos copia de
ellos como Los Beats (Beatles salvadoreños) de Mangandi, TNT, Supersónicos,
Satélites del Twist.
En 1966 la radio YSU empezó organizando programas en vivo al público con
estos grupos en sus estudios de lacruzadilla y en el contiguo cine Deluxe,
a
los cuales asistí muchas veces, en una de estas presentaciones en el Deluxe, vi
al ahora "monseñor" Luis López, cantante de Los
Supersónicos, presentar por vez primera a "Los Supersónicos Juniors",
luego Lovers, creadores de Camino de Hormigas.
Para entonces Los Beatles habían cambiado la música para siempre y hasta
eran "Caballeros de La Reina"... y con ellos surgió la "primera
invasión" inglesa de música rock.
Si hasta entonces la música era
escuchable y bailable, me pregunto que hubiera dicho mi gente del mesón si
hubiese en ese entonces escuchado el hard rock, punk rock, metal rock,
alternative rock, soft rock... y todo ese montón de variantes del ritmo
creación del negro Chuck Berry, que al oír -para mí- no tiene diferencia.
Sólo quedan Ringo y Paul MaCartney sobreviviendo la era de Los Beatles y
entonces pasarán a la historia como, lo que a mi parecer, es lo mejor que
alguna vez dio al mundo la Pérfida Albión...
Pero el recuerdo de esa inolvidable época
perdura siempre en mí..