¡LAS CUMBRES ANDINAS!

RICARDO JAIMES FREYRES
1868-1933

        Nació de una familia notable en las letras: Su padre fue Julio Lucas Jaimes, destacado periodista y prosista del siglo XIX. Su madre fue la notable escritora peruana Carolina Freyre quien dirigió una revista femenina en su tiempo. Estas circunstancias contribuyeron efectivamente en la formación sólida humanista del hijo. Vivió y murió en la Argentina donde se asoció al cenáculo modernista que, en Buenos Aires, era capitaneado por Rubén Darío. Con Darío, Freyres fundó en 1894 la Revista de América, de corta duración, pero que firmada por ambos poetas representó la expresiva declaración de principios del Modernismo Americano.

LOS ELFOS

Envuelta en sangre y polvo la jabalina,
en el tronco clavada de añosa encina,
a los vientos que pasan cede y se inclina
envuelta en sangre y polvo la jabalina.

Los elfos de la oscura selva vecina
buscan la venerable, sagrada encina.
Y juegan. Y a su peso cede y se inclina
envuelta en sangre y polvo la jabalina.

Con murmullos y gritos y carcajadas
llena la alegre tropa las enramadas,
y hay rumores de flores y hojas holladas,
y murmullos y gritos y carcajadas.

Se ocultan en los árboles sombras calladas,
en un rayo de luna pasan las hadas:
llena la alegre tropa las enramadas
y hay rumores de flores y hojas holladas.

En las aguas tranquilas de la laguna,
más que en el vasto cielo, brilla la luna;
allí duermen los albos cisnes de Iduna,
en la margen tranquila de la laguna.

Cesa ya la fantástica ronda importuna,
su lumbre melancólica vierte la luna,
y los elfos se acercan a la laguna
y a los albos, dormidos cisnes de Iduna.

Se agrupan silenciosos en el sendero,
lanza la jabalina brazo certero;
de los dormidos cisnes hiere al primero
y los elfos lo espían desde el sendero.

Para oír al divino canto postrero
blandieron el venablo del caballero,
y escuchan, agrupados en el sendero,
el moribundo, alado canto postrero.

"ETERNUM VALE"

Un Dios misterioso y extraño visita la selva.
Es un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Cuando la hija de Nhor espoleaba su negro caballo
le vio erguirse, de pronto, a la sombra de un añoso fresno.
Y sintió que se helaba su sangre ante
el Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

De la fuente de Imer, en los bordes sagrados, más tarde,
la noche a los dioses absortos reveló el secreto;
el águila negra y los cuervos de Odín escuchaban,
y los cisnes que esperan la hora del canto postrero;
y a los dioses mordía el espanto
de ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

En la selva agitada se oían extrañas salmodias,
mecía la encina y el cauce quejumbroso viento,
el bisonte y el alce rompían las ramas espesas,
y a través de las ramas espesas huían mugiendo.
En la lengua sagrada de Orga
despertaban del canto divino los divinos versos.

Thor, el rudo, terrible guerrero que blande la maza
-en sus manos es arma la negra montaña del hierro-
va a aplastar, en la selva, a la sombra del árbol sagrado,
a ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.
Y los dioses contemplan la maza rugiente,
que gira en los aires y nubla la lumbre del cielo.

Ya en la selva sagrada no se oyen las viejas salmodias
ni la voz amorosa de Freya cantando a lo lejos;
agonizan los dioses que pueblan la selva sagrada
y en la lengua de Orga se extinguen los divinos versos.

Solo, erguido a la sombra de un árbol,
hay un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

 

SIEMPRE

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuela sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu paso, un haz de resplandores
sobre la adusta roca solitaria...

Vuela sobre la roca solitaria,
peregrina paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve

como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...

 

LOS HÉROES

Por sanguinario ardor estremecido,
hundiendo en su corcel el acicate,
lanza el bárbaro en medio del combate
su pavoroso y lúgubre alarido.

Semidesnudo, sudoroso, herido,
de intenso gozo su cerebro late,
y con su escudo al enemigo abate
ya del espanto y del dolor vencido.

Surge de pronto claridad extraña,
y el horizonte tenebroso baña
un mar de fuego de purpúreas ondas,

y se destacan, entre lampos rojos,
los anchos pechos, los sangrientos ojos
y las hirsutas cabelleras blondas.

 

LUSTRAL

Llamé una vez a la visión y vino.

Y era pálida y triste, y sus pupilas
ardían como hogueras de martirios.
Y era su boca como una ave negra,
de negras alas.
En sus largos rizos
había espinas. En su frente arrugas.
Tiritaba.
Y me dijo:
-¿Me amas aún?
Sobre sus negros labios
posé los labios míos,
en sus ojos de fuego hundí mis ojos
y acaricié la zarza de sus rizos.
Y uní mi pecho al suyo, y en su frente
apoyé mi cabeza.
Y sentí frío
que me llegaba al corazón. Y el fuego
en los ojos.
Entonces
se emblanqueció mi vida como un lirio.

EL CAMINO DE LOS CISNES

Crespas olas adheridas a las crines
de los ásperos corceles de los vientos;
alumbrada por rojizos resplandores
cuando un yunque de montañas su martillo bate el trueno.

Crespas olas que las nubes oscurecen
con sus cuerpos desgarrados y sangrientos,
que se esfuman lentamente en los crepúsculos.
Turbios ojos de la noche, circundados de misterio.

Crespas olas que cobijan los amores
de los monstruos espantables en su seno,
cuando entona la gran voz de las borrascas
su salvaje epitalamio como un himno gigantesco.

Crespas olas que se arrojan en las playas
coronadas por enormes ventisqueros,
donde turban con sollozos convulsivos
el silencio indiferente de la noche de los hielos.

Crespas olas que la quilla despedaza
bajo el rayo de los ojos del guerrero,
que ilumina las entrañas palpitantes
del Camino de los Cisnes para el Rey del Mar Muerto.

Tamen

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