Poeta, novelista y abogado. Nació en el departamento de Santa Ana en
1943, donde ha sido nombrado Hijo Meritísimo. Participó en las negociaciones de paz por parte del gobierno con la
guerrilla salvadoreña realizada en México en 1992.
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua y ganó los premios
florales de Quetzaltenango en 1980, 81 y 83.
Ha publicado numerosos trabajos literarios y es columnista de un
rotativo escrito salvadoreño... Actualmente funge como decano de la universidad
José Matías Delgado en San Salvador.
DEVOCIONARIO
I La paz no necesita de los héroes. el heroísmo de la paz es otro.
Es un sereno paso sin angustia por aquel campo en que acechaban minas. Y
es sobre todo ese convivio afable de la diversidad de los anónimos. II
La paz cierra la cripta de los mártires y los deja dormir, para que
olviden que la tierra es el sitio pavoroso donde todos los miedos son posibles
Bien se merecen su corona de oro, bajo la condición de que se duerman. III La paz no la hace nadie. se hace sola. Lo importante es
sembrar una semilla. La gente piensa que la guerra es fuerte: !Qué va! La
guerra es sólo un aneurisma. Alguien la pincha, y se desangra toda. La paz
en cambio es la verdad de un árbol. IV No me pregunten por
qué soy pacífico. Es algo natural, quizás congénito. Esto es lo que talvéz muchos
no entienden Que no todo poeta es un revólver. Por mí, que los revólveres se
esfumen. Eso sí: No me toquen a la rosa.
EL REENCUENTRO
No te encontraba, Dios, desde hace tanto. Es cierto: te rezaba, te pedía; pero
eso es sólo la ansiedad que envía sondas de luz desde el vital quebranto.
Hallarte es otra cosa. Es otro encanto, otra necesidad. Y hasta diría que
es la más entrañable fantasía: gozar de tu memoria el adelanto.
Y eso es
lo que hago ahora: te disfruto, sin la intimidación del absoluto; ya puro
corazón que te consume.
Sorbo tu voz y tu silencio, a una. Y, sin pedirlo,
tengo la fortuna de respirar a ciegas tu perfume.
EL DIOS DEL AIRE (Sueño tras la batalla de acaxualt)
La flecha que en el muslo de Alvarado clavara su rúbrica de fuego, levantóse
en un chorro que, luego repartiéndose en huacales de morro, fue a temblar en
las piedras cinceladas del ara.
El aire reflejó mil caras en la cara del
tiempo. Entre las nubes de polvo, el abejorro vió despertar al hombre dormido en
su chinchorro y un lucero terrible fue el dolor que volara.
Por la trenza
del aire con el fuego escurrióse la historia de este pueblo que siempre madrugara para
llegar al sueño al filo de las doce.
Y al filo de las doce --mediodía que ampara-- el
aire alzó entre espasmos de nostálgico goce la flecha que en el muslo de Alvarado
clavara.
EL DUEÑO DEL MUNDO (Felipe II, en su ventanuco de El Escorial)
Una nube de sal descalza el horizonte. La cuadrícula exacta del alto ventanillo sólo
permite un trozo de ese cielo amarillo que es el cielo de un mundo desvelado y
bifronte.
Desde ahí, una mirada va inventando su mundo. Va inventándolo a
ciegas con pasión castigada. Y una mano en la piedra se posa, descarnada, mientras
el dueño de ella se asoma a lo profundo.
Lo profundo es el valle, donde humean
las chozas. Donde quizás las aves se escondieron, medrosas. Donde un aura --el
espíritu del señor-- hace nido.
Piensa en algo, quizás. Una espuma lejana. O
esa noche que vela de pronto su ventana. --Nuestro rey don Felipe se ha quedado
dormido
NUESTROS ÁRBOLES
EL TIGÜILOTE La tierra nos recuerda su verdad más antigua con frutos
que son lágrimas de ceniza.
EL AMATE Bajo el cielo de polvo duerme la siesta, frondoso como un Príncipe de la Iglesia.
EL
ÁRBOL DE FUEGO Antes que el sol desate su ofensiva matinal, va quemando
sus naves un invisible capitán.
EL MAQUILIGÜE La tarde asoma, y el verano la saluda con una multitud de pañuelos rosados.
EL
CORTEZ BLANCO A la luz del llameante mediodia alguien sueña que en
tierra quedaron los galeones que llevaban el oro de las Indias.
EL
MADRECACAO Amaneció vestido de rapsoda -soñando con la Iliada rosada-. Pero su canto fué tan sólo un fuego triste de chicharras.
EL BAMBÚ Lanzador de Cuchillos que por la noche atiende un restorán donde cenan
los grillos.
EL ALMENDRO DE RÍO Al pie del río verde -bajo
cielo de lumbre aguamarina- un ángel pule cada hoja con su verde saliva.
EL MULATO Enamorado de la aurora, cambia de traje cada vez
que su amada lanza una nueva moda de celajes.
LA CEIBA Quiere
decirle al mar su pródiga ternura, y le envía por eso cartas y cartas que
son rollos nostálgicos de espuma.
EL CONACASTE En la mitad del
llano -garzas del río Lempa lo saludan- es un enorme tímpano que florece
en orejas diminutas.
EL MORRO Guarda en sus jícaras el últimomensaje de los indios que huyeron a la montaña inexpugnable.
EL VERBO PATRIA
Este sabor del verbo Patria, mezcla de azúcar y de polvo, que nos enciende
las palabras con un acento soledoso, eco de espuma sin memoria, pulso del
verde río histórico en que lavaron sus escorias los oscuros y los gloriosos, porque
la Patria es una lumbre donde todos somos iguales: el que ordeña a primeras
luces y el que asierra los conacastes, el que hace figuras de barro y el
que escribe tímidos versos, la que vende en nuevos mercados y el que pone su
firma y sello, los que levantan edificios y los que entierran tuberías, los
que enseñan los logarítmos y los que cantan en las misas; y es un color de vieja
música que cruza humanos territorios, mezcla de sueños y penurias, mezcla
de azúcar y de polvo...
Este sabor del verbo Patria, encarnación del viento
que habla.