Serafín Quitéño nació en la Ciudad Morena de Santa Ana. Fue Poeta y su estilo post-modernista era suave y con típico colorido y honestidad provinciano. Fue periodista y dirijió el "Diario de Occidente" en la ciudad santaneca. En "El Diario de Hoy" de San Salvador mantuvo una columna titulada "Ventana de Colores", usando el seudónimo de Pedro C. Maravilla. Sus críticas periodísticas siempre llevaban un tono jocoso, humorístico en su afán de revivir las costumbres morales tradicionales. Entre sus obra principales están: "Corazón Con S" (1941-poesía); y "Tórrido Sueño" (1957-poesía)
POETA¡Oh! tú, el abandonado entre puñales, |
Mujer de Cuzcatlán -mujer de América.
Madre del mestizaje.
Depositaria
del fuego de dos mundos.
Del maíz y del trigo molinera.
Alabada seas, !oh!
dueña de la casa de la tierra.
Conciliadora de los hijos del llanto.
Alabada
seas,
porque del siglo en siglo enciendes las tiendas de la vida.
Rescatas
el fruto y la semilla.
El aceite. La sal. El pan. El vino.
Nada de lo que
vive te es extraño.
De la tierra escuchas las entrañables voces.
Angeles domésticos
te guían hacia lo alto.
Sabes el verdadero detino de las cosas.
Si la tierra
pudiera incorporarse y hablar,
hablaría con voz de madre.
A tí sería semejante,
¡oh! dispensadora de inagotables dones.
La que ofrenda su cuerpo,
santificado
bajo la mano del sembrador,
a la hora sagrada de la labranza.
La que se da
a sí misma,
en la blanca transfiguración de la sangre.
La que edifica. La que
perpetúa. La que salva.
Por tí el bronce fue lámpara.
Reja de arado el hierro.
El
oro ajorca. Vaso. Candelabro.
Anterior y posterior a los libros,
por generación
de generaciones esparces la palabra eficaz,
el grano henchido de esperanza.
Por
tí no se habría envilecido el oro.
Los metales no serían amargos.
El fuego --servicial
bestia mansa del hogar,
Dios benéfico de los buenos tiempos--
no descendería
-hecho rencor--
sobre los campos de la mies,
ni sobre las ciudades de los hombres.
Alabada
seas, madre nuestra,
porque de vencedores y vencidos haces los hijos.
Porque
en los rastrojos del hierro
plantas la vid pacífica,
remuevas la promesa del
ángel.
Alabada seas, por tu gracia de solitaria espiga.
Más fuerte que los
vientos del odio.
Más firme que sus agudas lanzas.
Oh! coros de los antiguos
calpules:
elevad vuestras voces
y a los acordes del órgano que vino sobre el
mar de las profecías,
encended la fogata de vuestro canto.
Alabad, cantad,
a la que anuncia el tiempo del regocijo;
a la que viene -desde la Atlántida de
sus lágrimas-
trayendo la paloma que se posó en el arca...
Alabad, cantad, a
la que todavía espera los jazmines
y enciende la vela frente al altar.
Alabada
sea nuestra madre de barro tenue,
de áspera arcilla castellana,
testimonio el
más vivo de nuestro paso por la historia,
límite en que comienza la leyenda.
Alabad,
cantad a nuestra madre de barro tenue,
la más bella imagen de los ancestros,
la
más hermosa construcción erigida desde la noche de los símbolos.
Hela aquí, guardadora
de las antiguas claves.
sombra de olivo entre el teocalli y el santuario.
Fortaleza
de amor ante el relámpago de los arcabuces.
Alabada sea, porque supo los últimos
designios del hierro.
Porque siguió el oculto destino de la flecha,
lanzada
por ciegos arqueros-- sobre el indescifrable tiempo.
Alabada sea,
porque
en la tierra pacífica de su vientre
fué quebrantado el poder de los centauros;
los
dardos perdieron su veneno;
nació el nuevo linaje
Se hizo, por el descubrimiento
de un mundo nuevo.
Memoria de los lejanos días de Mictlán,
aún alumbran sus
ojos húmedos y rasgados
--de princesa Nahoa--
la Estrella bienamada de Quetzalcoatl.
Hija
de soldados y aventureros;
descendiente de pueblo que vino sobre las carabelas,
de
más allá del mar,
desde ciudades presentidas por los viejos augures,
aún aroma
sus sienes de mestiza
la rosa de Castilla.
Madre y señora nuestra
por
el maíz y por el trigo.
Por el carao moreno y por la oliva.
Por el clavel sangriento
y el izote.
Por la pasión que inflama nuestras venas,
y por el hondo río de tristeza
que
viene -sueño abajo-
desde las rumas del solar perdido
a nuestro lento corazón
de ciervo...
!Bendita seas, alabada seas,
madre del mundo nuevo en nuestra
tierra!
La palabra que viste es siempre muda
la palabra que viste es siempre triste.
No
une, no libera, no persiste...
¡La palabra que viste no te ayuda!
Si pretende
asistirte, no te asiste.
Sin brazo, sin defensa, no te escuda,
la palabra que
viste es la más ruda
entre todas cárceles que viste.
Por ella, -muro, ergástula,
cadena-
la isla del corazón es más condena,
y la noche del hombre mas sañuda.
¡Ah!
reposada soledad serena,
dame por fin, a ver, la última pena...
¡Yo quiero la
palabra que desnuda!