ERLINDA VILLANUEVA

        María Erlinda Villanueva, nació en El Paraíso, Chalatenango de la República de El Salvador,CA, hija de Juan de Dios Villanueva (ya fallecido) y Angélica Bonilla.
        Trabajo dieciocho años en el Area gubernamental, como Secretaria y Colaborador Judicial.
        Sus estudios de Docencia los realizó en la Universidad Cristiana de las Asambleas de Dios en San Salvador y cuatro años en la Carrera de Licenciatura en Ciencias Jurídicas en la Universidad Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Chalatenango.
        Actualmente reside en Wisconsin, Estados Unidos.
        Sus escritores predilectos: Julio Verne, Mario Vargas Llosa,Gabriel García Márquez, Miguel Angel Asturias,entre otros.
        Es admiradora de todo tipo de arte, música clásica e instrumental y por supuesto literatura.
        Su obra predilecta: Miguel Strogoff de Julio Verne y El Señor Presidente de Miguel Angel Asturias.
        Sus pasatiempos favoritos: leer literatura clásica y contemporánea, navegar en Internet y escribir cuentos y poesía.

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CUENTOS

CARUSO:  UNA HISTORIA DE  UN PERRO AMOR

        No creo que Caruso sea el nombre adecuado para un perro; más así se llama el personaje o mejor dicho el animalaje de mi historia.
        No era un perro hermoso físicamente; más bien era un perro callejero, pulgoso y hasta un poco feo.
        Recuerdo su cara larga y triste, con unos pocos dientes en su vieja boca.
        Su poco pelaje amarillo y negro, simulaba a un tigrillo en extinción.
        Siempre me llamaron la atención, esos grandes ojos profundos color miel, como si quisieran decirme algo.
        Rafael Pacheco, el borrachito más famoso del pueblo; lo recogió en la calle una noche de frío invierno y lo llevó a su descuidado rancho; y jamás se separó de él.
        Parecía que se habia establecido entre hombre y perro un vínculo de eterna amistad y gratitud con la promesa: "Hasta que la muerte nos separe".
        Aquel noble perro, acompañaba a Rafael cada paso que daba, era su perro guardián. Era su perro amigo y fiel, con quien compartía la pobreza y la abundancia.
        "Rafa", como le llamaban cariñosamente sus amigos de parranda; era un hombre "pobre, pero  trabajador", según se describía él; pero a veces tomaba sus largas vacaciones alegando folosóficamente: "Que el trabajo era su peor enemigo y que Dios lo dejó como castigo".
        Permanecía semanas completas, en la acera de aquella famosa cantina del pueblo, ingiriendo licor sin parar; "Fondeado en su vicio", en aquellas interminables "Zumbas", que concluían con aquel "Delirius Tremens", visitando frecuentemente el Hospital, al final de esas merecidas vacaciones.
Mientras tanto, Caruso permanecía a su lado, sin pronunciar palabra, sin jamás renegar; lo cuidaba de cualquier atrevido que quisiera acercársele; no dormía aquel perro, no comía; estaba ahí no importando el frío, o el hambre, sin reclamar nada a cambio.
        Al regresar el hombre a sus labores diarias, el perro estaba ahí, junto a él, moviendo alegremente su cola;  dispuesto a acompañarle donde fuera, a cortar café, algodón, caña de azúcar, oficios en que era experto Rafael.
        Dicen que jamás hubo un gesto de reclamo, de desprecio, de protesta, de parte de aquel perro.
        Lamía las heridas de su amo con compasión, mientras esperaba muchas veces la hora de aquella lejana comida, que no parecía llegar.
          Cierto día Rafael enfermó, aquel animalito lo cuidó, permaneció fiel a su lado; si salía a la calle era para sus necesidades fisiológicas o para cazar conejos, aves, liebres, tacuazines, los cuales llevaba a las vecinas,

cargándolos en su hocico, para que los cocinaran para su amo, tratando de explicar la situación, con ladridos desesperados.
        Cuando Rafael se levantaba, también Caruso parecía feliz, visitaba al vecindario, moviendo su cola alegremente y abriendo su hocico, casi sonreía , mostrando su húmeda lengua, como gesto de agradecimiento.
        Un trágico día de tantos, Rafael en sus grandes tomatas y crudas, bebió aquel alcohol etílico, que lo llevó hasta el Hospital.
        Caruso aquel perro viejo, recorrió cientos de kilómetros, tras la ambulancia que conducía a Rafael.
        Llegó cansado con la lengua de fuera, las pezuñas en el suelo y la cola entre las patas.
        Esperó cerca del Nosocomio, día y noche mientras Rafa se recuperaba.
        Pero Rafael agonizaba desesperadamente.!
        Caruso arañaba las paredes frías, tratando de alcanzar la ventana del cuarto que era testigo del sufrimiento de su amo.
        Más una noche fría y oscura, sin luna, la muerte rondaba el lugar.
        Caruso empezó a aullar desesperadamente.
        Rafael no ganó la batalla, su hígado y su estómago no resistieron la cruel intoxicación.
        La procesión fúnebre recorrió las empedradas calles del pueblo de Rafael.
        Aunque usted amigo lector no lo crea, ahí iba Caruso entre la multitud.
        Los sentimientos parecían aflorar en su triste mirada de animal.
        Aquel noble perro, había enflaquecido tanto, tanto, que sus patas se cruzaban débilmente, su piel se pegaba a sus huesos, dándole un aspecto esquelético lamentable.
        Llegó el cortejo fúnebre, hasta el descuidado cementerio local.
        La lluvia empezó a caer, eran las tres de la tarde.
        Los sepultureros apurados introdujeron el sencillo ataúd de madera en la fosa de seis pies de profundidad.
        La tierra húmeda y piedras cayó precipitadamente sobre el cajón, haciendo un ruido ensordecedor.
        La tormenta continuó.
        Las viejas rezadoras dejaron a la mitad sus cantos y plegarias, y abrazándose se despidieron.
        Cada quien corrió a su refugio.
        Los sepultureros, profesionales del mismo ramo que Rafa, corrieron rápidamente a su segunda casa: "La cantina" , a consolar su pena, su sentimiento de pérdida, no olvidándose de aconsejarse que no volverían a tomar alcohol.
        Todos se fueron.
        Solo quedó ahí Caruso, acompañando a su amo; con los ojos húmedos y tristes, echado sobre la tumba.
        No importaba la lluvia, la soledad, la oscuridad de la noche!.
        Se le oyó aullar de dolor toda esa noche y las noches que siguieron.
        Un día lo encontraron sin vida, semienterrado en el mismo lugar donde yacía su amo.
        No se separó de aquel lugar.
        El encargado del Cementerio lo sepultó en la misma fosa de Rafael.
        !He aquí señores lectores una historia real de uno de esos amores perros que se dan en la vida!.

ENMANUEL

        Mi amigo Enmanuel, tenía la mirada triste y profunda, como el océano en calma.
        Era callado e introvertido.
        Aprendí a quererlo y admirarlo, en mis primeros años escolares. El  era  mi amigo silencioso y meditabundo!. Casi no hablaba, no tenía más amigos que yo.
        Su cabello pelirrojo y  fino;  su cuerpo alto y delgado.
        Las pecas abundaban en su piel blanca.
        Usaba aquellos lentes gruesos, debido a su aguda miopía;  que nunca fue pretexto para devorar todos los libros de aventura  y Biología marina que le llegaban a sus delgadas manos.
        Siempre vestía impecable su uniforme, con sus zapatos de brillantes charol.
        Casi nunca sonreía.
        Callaba ante las burlas hostiles de los demás compañeros, quienes  lo veían como un extraterrestre.
        Siempre se le encontraba en la Biblioteca, su lugar predilecto, leyendo, sumido en sus historias del mar.
        Su héroe : Simbad El Marino.
        Para mí , él era mi héroe.
        Lo sabía todo  o casi todo sobre el océano, sobre barcos y navegación.
        Nuestras casas quedaban cerca de la playa, así que caminábamos juntos diariamente; por una hora, sin decirnos palabra alguna, hasta llegar al mar... el mar, nuestro mar y regresábamos hasta el anochecer.
        Cada fin de semana, cada vacación, estábamos ahí, sentados en la arena.
        Observábamos el ir y venir de las olas, el canto de las gaviotas,... los barcos.
        Mi amigo Enmanuel, tenía la virtud de mirar fijamente el horizonte, hasta donde el mar se perdía, por largas horas, y suspiraba.
        Ahí , a su lado, estaba yo, un niño de once años al igual que él, respetando su silencio.
        Siempre estuve a su lado, desde que tengo memoria.
        Años más tarde, viajábamos en bicicleta hacia esa masa de agua salada, sintiendo la brisa marina salpicar nuestro rostro.
        Nuestra amistad era algo así como el afecto entre Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza.
        Sancho Panza era yo, regordete y estatura más chica que él, piel morena, cabello oscuro lacio.
        Enmanuel era mi héroe don Quijote, nuestros modernos caballos: las bicicletas.
        Hacíamos barquitos de papel, donde escribíamos mensajes, que yo aún no comprendía, como: "Vuelve pronto, te estoy esperando. Abrazos y besos. Enmanuel", luego los lanzábamos al agua.
        Me parecia divertido.
        Más adelante mejoramos la técnica.
        En botellas de vidrio o plástico, metíamos cartas, que mi amigo escribía a un destinatario secreto que solo él y el océano conocían.
        Con el tiempo hicimos pequeños barcos de madera, de lata, de cartón, de plástico  y jugábamos con ellos  junto al mar; Enmanuel tenía una pericia en este arte, una destreza increíble para fabricar barquitos.
        Los años pasaron... fuimos a la Universidad, yo estudié Arquitectura, mi amigo Biología y cada vez que podíamos, conducíamos  nuestros autos hasta la playa y permanecíamos sentados junto al mar, sintiendo la arena fresca en nuestros pies, disfrutando la brisa marina y hablábamos de cosas triviales.
        De pronto mi amigo callaba y yo seguía respetando su doloroso silencio.
        Un día sin proponérmelo, supe el motivo de su dolor, de su tristeza, de sus suspiros.
        Esta es su historia.
        Me la contó el día que cumplía sus veinticinco años , con un nudo en su garganta y lágrimas en sus grandes ojos azules.

Siendo Enmanuel, un niño de siete años, feliz y extrovertido.
        Cierto día llegó de la Escuela, tiró a un lado su mochila y sus zapatos y corrió alegremente a la cocina para abrazar a su madre, quien siempre lo esperaba con pastelitos.
        Asimismo estaba ansioso por saludar a su padre, a quien no veía desde hacía seis largos meses, pero una carta que había recibido hacía unas semanas, él le hablaba de su regreso para ese día, el día de su séptimo cumpleaños, por lo que el seguramente estaría ahí, para darle un abrazo y su... regalo!.
        Que le daría de regalo?
        Su padre sabía su sueño de Marinero, Marinero de los Siete Mares como Simbad El Marino!
Sería un libro de Historias como el anterior? o un juguete? o tal vez... tal vez...
un barco, o lo mejor un viaje por el mar, viajar por diferentes destinos junto a sus padres!.
        Pronto sus sueños, sus pensamientos se esfumaron de su mente.
        Se detuvo a la puerta de la cocina, al  escuchar los gritos desesperados de su madre, su doloroso llanto, los reclamos; y vió a su padre tratando de calmarla,  más ella hablaba del abandono que sufría cada seis meses, de los viajes largos de su padre en el mar; de si eran más importantes los barcos que su familia.
        Su emocionada mente de niño por un momento divagó, sus padres callaron al verle.
        Su padre, quien era Marino, maletas en mano, le explicó a Enmanuel, su pequeño hijo, que se iba de la casa, que dentro de un año, para su cumpleaños próximo regresaría, y le dejó de recuerdo un pequeño barco de madera en sus manos, como prueba de que regresaría.
        Así aquel niño, se despidió de su padre con lágrimas en sus ojos, viendo el barco llamado: "El Peregrino", alejarse en el mar, hasta perderse en el horizonte, mientras su padre agitaba la mano diciendo: "Adiós".
        Por eso cada día, iba al mar, esperando el retorno de su padre, quien había abordado un barco en aquel mismo muelle, hacía tantos años...
        Sabía que su padre era el Marinero de los Siete Mares, y que un día volvería; no importaba cuando, pero lo haría.
        Eso a pesar de que muchos decían que el padre de Enmanuel había muerto en una guerra,  otros que su barco había naufragado en el mar; pero habían quienes aseguran que lo habían visto  en diferentes puertos disfrutando de la vida.
        Enmanuel callaba y solo lo esperaba a la orilla del mar.}
        Pasaron los días, los años,... pasaron décadas completas.
        Enmanuel y yo, llevábamos a nuestros hijos, a nuestros nietos al mar, para sus vacaciones.
        Les enseñábamos a fabricar barquitos de papel y lanzarlos al mar.
        Continuamos por años enviándole mensajes en botellas al padre de Enmanuel, quien nunca volvió.
        Mensajes de amor para aquel abuelo desconocido, pero tan amado; porque Enmanuel les enseñó a mis hijos y a mis nietos, al igual que a  toda su descendencia a amar tanto a su padre, "El Marinero de los Siete Mares".
        Les contaba historias fantásticas a todos ellos de ese maravilloso Marinero, les narraba cuentos preciosos de aventuras marinas.
        También yo aprendí a amar, sin resentimientos a esa persona desconocida.
        Sin saber el porqué, ni cuando, también yo aprendí junto a mi inseparable amigo, a extrañar a este personaje invisible, en mis cumpleaños, quizá porque yo tampoco tuve a mi padre cerca de mí.
        Ellos: mis hijos, sus hijos, mis nietos, sus nietos, unidos por un lazo invisible de amor y hermandad, disfrutaban el mar.
        Nosotros dos ancianos ya, éramos felices disfrutando al lado de ellos, disfrutábamos el ser padres, el ser abuelos, jugar con ellos; el oír sus risas,  el estar unidos siempre como una sola  familia.
        No había, ni habrá palabra mas bella que la que ellos pronunciaban a nuestros oídos, llamándonos Papá, o Abuelo, y nosotros responder; "Si mi hijo acá estoy".
        Celebrábamos cualquier evento ahí junto al océano, cumpleaños, bodas, graduaciones.
        Cualquier pretexto era válido para ir a nuestro mar.
        El mar, nuestro mar, nuestro único testigo, cómplice, compañero, nuestro maestro, padre, hermano, que calladamente nos escuchaba, nunca reclamaba y siempre estaba ahí con los brazos abiertos esperándonos pacientemente, como un padre espera a su hijo.
        Tengo este día ochenta largos años, que pesan sobre mis espaldas; mi caminar es lento, pero vine al mar;... es que amigos lectores, saben una cosa?.
        Por nada del mundo podría perderme la ceremonia de hoy.
        Enmanuel, mi gran amigo y hermano del alma murió.
        Su último deseo fue que sus cenizas fueran lanzadas al fondo del mar, dentro de una botella, que contiene una carta para su padre.
        Quizá tu no llegues a entender esto, pero yo si lo entiendo perfectamente.
        Después que su padre se fué, Enmanuel nunca más quiso subir a un barco, pero la ceremonia se hizo en el mar, desde un barco llamado: "El Peregrino", que mi amigo construyó en honor a su padre.
        El día de hoy, con lágrimas en mis ojos, escribí una carta y la coloqué dentro de una botella y saben que hice? la lancé al mar de la vida.
        Esta carta, va dirigida a todos los padres de la tierra; quiénes por un viaje de dinero o placer, se subieron en el Barco de la aventura y dejaron por ahí, a Enmanuel, olvidado en la playa, sentado junto al peligroso mar de la vida, esperando su regreso, durante años y nunca volvieron!.
        Padres que olvidan sus promesas, padres que olvidan el cumpleaños de Enmanuel.
        Mi carta es esta historia, la botella es el libro que tienes en tus manos, el destinatario eres tú.
        Dedico con amor esta historia a mi  GRAN AMIGO Y HERMANO ENMANUEL, quien ahora  yace en el fondo del mar, esperando por su padre.

PRISIONERO DE GUERRA

        Simulando un arma de fuego en sus nerviosas manos, camina con sigiloso paso ;  luego se esconde entre la maleza, tras los postes o las puertas; ! De pronto ve su objetivo!!!!!!!!,.. apunta,!!!!!!!.... dispara!!!!!!! y luego grita desesperado: !!!!!!! " Le dí, lo maté "!!!!!;  de repente cae de rodillas, lanza su rústica arma al suelo y llora mirando al cielo, mientras dice: "  Dios mío que hice? !!!!.......lo maté!.....lo maté !!!!.
        A veces no conoce a las personas,  entonces es el General del Ejército y exige respeto y admiración.
        Da órdenes a todos, demanda un saludo especial, castigando con flexiones , sentadillas y lagartijas al que ose desobedecerle!;......otras es el obediente y sumiso soldado con su fusil imaginario al hombro que marcha sin cansarse repitiendo:" Uno, dos..tres........de frente...march.....descanso".
        No me gusta cuando se torna violento y agrede!.
        En su fantasiosa mente, vive una guerra sin fin, donde ataca, defiende, muere, salva y mata!.
        Siempre usa aquel viejo uniforme desgastado por el uso; su gorra desteñida por el tiempo y un trozo de madera al hombro como su arma.
        Me duele ver a Remigio lejos de la realidad, hablando incoherentemente; preguntándose en su mente desquiciada, cuando terminará esta agonía?.
        Prefiero recordarlo cuando era un niño sano, inteligente, con las mejores calificaciones en su escuela, con sus sueños y esperanzas juveniles.!
        Hoy día sus cuadros de honor cuelgan en las paredes de la humilde casa de sus padres, como un lejano y doloroso recuerdo..
        Un niño que fue transformado en hombre violentamente de la noche a la mañana, cuando el ejército  lo reclutó.
        Necesitaban soldados para una guerra, una guerra que destrozó sus ideales.! .
        Sus sueños y anhelos de ser MEDICO, se desvanecieron.
        Doce largos años de guerra, un niño entrenado para matar, para defender a su patria!.
        Un niño a quien le despojaron los cuadernos y le dieron un arma;  le quitaron los bolígrafos y le dieron municiones!.
        Un niño a quien la guerra cruel le mató el alma!.
        Fue reclutado la semana que cumplió sus  quince años de edad.
        Regresó a su hogar a los  veintitrés.
        Remigio ya no era el mismo, tuvo que ser recluido en un sanatorio mental, bajo tratamiento psiquiátrico!.
        Ahora no duerme en su hogar, no come sano.
        Camina por valles, montañas y ríos,  peleando una guerra psicológica consigo mismo, tratando de reencontrar su lejana paz interior.
        Captura reptiles y los cuelga en su cuello y cintura, como trofeos de guerra;  luego los cocina y los come con una delicia inexplicable, mientras canta canciones de guerra,  frente a una fogata, que le da calor y le sirve de cocina.
        A veces por la noche se le escucha llorar, pidiendo perdón por algo que hizo; otras se tira al suelo como un niño, cubriendo  sus oídos con desesperación!.
        Ya no quiere escuchar el ruido de bombas, granadas y metrallas en su agotado cerebro!.
        Ya no quiere ver esa película de muerte y terror.!
        UN PRISIONERO DE GUERRA EN TIEMPOS DE PAZ! , eso es Remigio.
        Si un día te lo encuentras,  puede ser que te salude humildemente y te pregunte en que te puede ayudar; o quizá te exija que le honres con decoro y respeto, porque el es tu capitán; otras quizá solo te parta el alma, verle llorar!.
        El está huyendo de esa guerra, que le robó el alma, la ilusión, la memoria, su inocencia, su niñéz!.
        Habita en las calles, vigilando que nadie ataque su trinchera, su patria, su cuartel.
        No da tegua a su enemigo, hasta verlo caer.
        Psicosis de guerra,  una guerra sin armas, sin cuartel, sin general, sin razón de ser.!
        Esos son resabios, recuerdos de una guerra, una guerra fraticida que dejó a Remigio sin su ojo derecho, sin una de sus preciadas piernas y sordo para el mundo exterior.
        Mi regalo para Remigio, en esta navidad,  es su sueño de paz,  paz física e interior; quiero devolverle su niñez, su candor, su ilusión de paz mundial, su anhelo de libertad.!
        Oh querido Remigio yo te quiero regalar, una patria de ensueño, un mundo de paz!, donde no se oigan,  nunca más los cañones, ni una granada, jamás explotar!.
        Una patria, sin odios, sin mañas, donde los niños juegen con seguridad! donde tus sueños se cumplan, tu más caro anhelo :"  tu libertad".!.
        Un mundo sin niños mutilados, donde la codicia del hombre, no destruya, no corrompa tu nombre, donde no tengas que sufrir nunca más, donde no haya guerras, ni rencores, donde no hayan dudas, ni temores, donde haya por siempre igualdad social, y ni siquiera sombra de guerra mundial.!
        Para todas las naciones, para todos los soldados del mundo, vaya este mi sueño de paz.!
 

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