LAS TRAVESURAS DE UN TIGRE

EL MITO DEL TIGRE

            CAPÍTULO IV

        Chepito;

        Mirá papá, cuando te decía que el “noviazgo” del Tigre con la Norita no duraría mucho tiempo, te lo estaba advirtiendo, és que, lo que a continuacion viene, es realmente lo mas triste y doloroso que a un niño le puede pasar, a ésto me refiero: fijáte que el tío del Tigre había regresado varias veces ya, intentando llevarselo para Juayúa pero, éste se negaba y negaba, incluso una vez todos nos dimos cuenta que al ver llegar a su tío, El Tigre se había saltado un tapial de su casa y se había ido corriendo a saber para adonde, bueno fijate que el tío mandó al “negro” Juán a agarrarlo y cabal allí enfrente de la casa de la niña Consuelo Garay, el negro (que estaba escondido detrás del palito de “coyoles” que estaba entre la casa de la niña Consuelo y la de la niña Rosita Molina) ¡lo atrapó!, llevandoselo a la fuerza adonde estaba el tío, de allí lo montaron en una camioneta de las de “La Flecha” que iba para Sonsonate y de allí, saldrían para Juayúa, ¡uta papa!, fijáte que ya cuando iban allá por el punto viejo, aprovechando que una señora la había hecho parada a la camioneta, El Tigre se saltó por una de las ventanas y se fue corriendo para abajo del desvío, el tío, ni el intento hizo de seguirlo, siguió su camino rumbo a su destino.
        A partir de esta vez, el tío como que se dió por vencido pues, pasó mucho tiempo sin que se le viera por nuestro pueblo. A todo esto, muchos nos preguntabamos ¿por qué era tanto el interés y prisa de llevarse al Tigre?, al preguntarle a él, éste sólo atinaba a decir, “¡és que...mi mamá y mi papá tienen problemas ombe!”, nuestra mentalidad infantil no alcanzaba a comprender la dimensidad de “esos problemas”, si nosotros también teníamos problemas pero los resolvíamos rapidito, problemas cómo; el qué le faltará una tarjeta de ésas con dibujo de animales para llenar el album que había salido llamado “El Reino Animal”, ¿te acordas Chepito?, bueno esos problemas los arreglabamos cambiando las mentadas tarjetitas o jugandolas al vuelo o viendo quién ganaba una guimba de capirucho o por último, haciendo ¡la “tusquia” y no la valgo! o problemas de que la pelota de plástico con la que jugabamos a ser un Pachín Gonzales o un Cariota Barraza o un Gualberto Fernandez o un....bueno, la mentada pelota estába rota pero, podíamos jugar con la de la hermana de Roberto “El Serranito” quién cómo era bien pasmada, le dabamos paja para que nos la prestara ¡y ella nunca nos decía que no! ésos eran nuestros problemas y siempre los resolvíamos, así es qué, nos parecía muy raro que los papas del Tigre no pudieran resolver sus problemas, para nosotros, como que El Tigre no nos quería contar.
        ¡Y sí que tenían problemas!, fijáte qué lo que pasaba és que, el papá del Tigre (a quién sólo veíamos allá cuando se moría un burro), le había dicho a la niña Cande (mamá del Tigre) que la iba a dejar por qué tenía otra mujer allá en la Villa El Triunfo, adónde estába destacado (parece que éste, era policía o guardia, ¡no sé!) y pues, la nina Cande se moría de aflicción por que, a parte del Tigre tenía a otros 2 varones y una hembra, y pues, no sabía como iba a hacer para darles de comer y mantenerlos. ¡Lo que tenía que venir, llego!, ¡el hombre se fue un día y no volvió jamás! Cómo ya no podían pagar la casita adónde vivían, se fueron a alquilar un cuartito en el mesón de don Víctor Galdamez, la niña Cande, se puso a lavar y planchar ajeno, a hacer mandados para las viejas “fufurujas” que habían allí en el pueblito mío; cuando no había que lavar ni planchar, ponía un puestecito de chilate, a veces vendía pastelitos y como pudo, se mandó a hacer un polletón más grande por que pensaba hacer pupusas, lástima que sólo lo pensó por que...una tarde, en medio de su venta de chilate, le dió un fuerte dolor de cabeza que dejó el puestecito desatendido y se metió a su cuartito que alquilaba, nadie estába para atenderla, la gente que pasaba por el puestecito, al no ver a nadie, se aprovechaban y agarraban lo que querían; cuando regresaron al cuarto, ¡los hermanos del Tigre, la encontraron muerta!, ¡uta papa, vieras que horrible fue aquello!, el pobre Tigre estába como loco, gritaba, lloraba y se daba golpes en la cabeza. Alguien le fue a contar al doctor de la farmacia del pueblo, éste llegó al lugar, recuerdo que, a Roberto (el mayor de los 4 hijos) le entregó un billete de 25 colones, inyectó al Tigre (lo que lo puso como sonámbulo) y se fue. Mi abuelita y otras señoras amigas de la abuelita del Tigre (a quién no le habían dado la mala noticia para no enfermarla más), llegaron a arreglar el cuerpo, asearon el cuartito, compraron pan y tamales, hicieron una hollada de café, rezaron el rosario y así, se le riendieron los últimos tributos a la niña Cande.
       Algunos días después, ya un poco repuesto, El Tigre me fue a buscar, le vi, triste, ¡muy triste Dios mío!, se me acercó y dandome un fuerte abrazo fraternal me dijo solamente...salú Monsiour! y se alejó,... se fue con la tarde de ese día, con esa tarde llena de sol y luz pero, sin embargo llena también de tristeza, de soledad, de dolor, de frustración, de impotencia. Tuve miedo de no volverle a ver pero, no pude articular palabra alguna, quise hacerle mil preguntas, quise decirle todo lo que sentía en mi corazón, quise ofrecerle mi casa (sin contar siquiera con el permiso de mis abuelos), quise gritarle: Tigrito no te vayas, ¡aquí estoy yo!, y no lo hice, en cambio, me metí en la bodeguita que tenía mi abuelo y allí, en medio de mis llantos y lágrimas infantiles y puras, deje que pasaron los segundos, los minutos, las horas. La noche llegó y al encontrarme, mi abuelo, me preguntó que me pasaba, más o menos le expliqué lo que sentía en mi pecho, el me abrazó y me dijo: “mirá hijo, la impotencia que ahora sentis ante lo que le pasa a tu amigo, debés tomarla cómo una prueba que Dios te hace, para ver que tan fuerte de carácter y voluntad sos, es que la vida, es algunas veces bien dura”, no le entendí, pero le respondí: ¿Si? y que va a pasar con El Tigre, ¿ah? el bien calmadamente me replicó: “Dios sabe lo que hace, tu amigo no está sólo, ¡ya vas a ver!”.
        El nuevo año llegó, y con él, otro nuevo grado en la escuela, sólo que, ésta vez sería sin...El Tigre!, al comenzar las clases, varios amigos antiguos, continuábamos con la “tradición” nuestra de reunirnos alrededor de la pila de le escuela (allí, adónde nos reuníamos a escuchar las “aventuras” y “travesuras” del Tigre), es que, El Tigre aún estába con nosotros, por qué sentíamos su presencia, su personalidad allí en el aire, en el ambiente, en nuestros corazones y espíritus. De repente, una tarde calurosa de Abril, nos trajo un acontecimiento muy importante a nuestras vidas, había llegado una profesora nueva a reemplazar al profesor que teníamos, ésto nos alegró mucho; no és que no nos gustara el bonachón, gordito, simpático y siempre sudoroso don René, no no era eso, si no qué, lo que pasaba es qué, la nueva profesora, proveniente del Puerto de La Libertad, era un “monumento andando”, de plano que, era una “belleza astral” y para acabar de joder, regresaba de estudiar becada de España y, para nosotros escuchar ese “encantador” acento extraño con el que nos hablaba...uta...nos ponía bien...”nerviosos”, ¡sí, nerviosos! si nosotros ya casi eramos...este...¡jovenes pues! Con ésta profesora, llamada Leticia (¡Lety, la española, para los del grado!) se abrieron nuevos horizontes en nuestra cerrada visión infantil, es que ella, llegó con ideas y conceptos geniales, recuerdo por ejemplo que, un día se nos acercó a los “del grupo” y nos preguntó, así, ¡bien claro y pelado! “Oigan mozos ¿y ustedes por qué os reunis siempre allí por esa pila de agua, en cada recreo?”, “De qué habláis”?, al principio, nadie decía nada, es que, (creo yo, que teníamos pena de dar a conocer lo “sentimental” que eramos en realidad) pero, con el tiempo, (y con la confianza que ella se ganó, de nuestra parte) le contamos sobre El Tigre; fijáte Chepito que, aun ahora, me parece que eso fue lo mejor que pudimos haber hecho en esas circunstancias en esos días és que, allí vas a ver (cuando te siga contando) que bien nos fue! Bueno Chepito, ahora si que se me fue la mano ¿vea?, uta papa, te voy a dejar ¿oyiste? bueno allí te sigo contando al rato...

Salú,
El Monsiour.
      
      

            CAPÍTULO V

        Hola Toñito;
        Pues si, como te iba contando, fijáte que un día, la niña Lety, como veía que nosotros teníamos mucho problema en entender ese bolado del “Renacimiento”, nos hizo una apuesta, qué más que apuesta, ¡era un reto!, sí, ella nos propuso que, sí aprendíamos sobre el “Renacimiento” en 2 semanas, ¡que ella iba a ver como hacía para que nosotros fueramos a Juayúa a ver al Tigre!, uta papa, todos en el grado nos pusimos a estudiar sobre este tema, me acuerdo que en la casa de Hernán Lopez nos quedabamos a leer por largas horas de nuestras noches invernales, pero, ¡lo logramos!, fijáte que la mayoría llegamos a saber que era y que significado tenía y tiene el renacimiento, así, yo aún a esta fecha recuerdo mi “presentación” ante el grado, empezaba así: “El Renacimiento es la renovación artística y literaria de la cultura en los siglos XV y XVI, los historiadores le llamaron así, por que vieron en ella la renovación de todo lo que estába relacionado con el arte, que había estado en olvido durante toda la edad media.....”, puchica papá, aquello se puso cachimbón, todos, todititos nos sentíamos bien chivo, si hasta la niña Lety se puso llorosa y al final de la mañana, nos comentó que, estába tan contenta del esfuerzo de nosotros y antes de eso, tan segura que haríamos lo mejor que pudieramos que, ella ya había conseguido que don Carlos (el director) nos diera permiso y que también, ya había arreglado todo para que fueramos a jugar un partido de fútbol contra el quinto grado de la escuela adonde iba El Tigre, allá en Juayúa.
        Unos días después, un día Martes, para ser exácto, cabal a las doce del mediodía, teníamos que estar en el andén de la escuela si queríamos ir a Juayúa a ver al Tigre, es que, a las doce y media, deberíamos salir rumbo a esa linda ciudad cafetera enclavada en la cordillera Apaneca-Lamatepec, de nuestra querida tierra guanaca, para llegar a la escuela de allá, como a la una y media, estarnos un rato allí y después irnos al campo a jugar. Todos estábamos en punto de las doce, menos Tulin, és que como él sabía que era muy bueno para jugar, ¡se hacía el billete de a cien!; cómo la niña Lety no estába allí, varios decidimos irla a buscar al comedor de la niña Orbe, cabal, allí estába ella, sólo que...no estába sola!, estaba acompañada por don César Augusto, profesor de la escuela rival nuestra, yo sentí como que me zamparon un buen “cato” en la cabeza, de la cólera de verla con él, Gil “Tarira” hasta sugirió que le tiraramos unos hondillazos a ese bato!, pero, cuando andabamos agachados, buscando piedritas redondas, la niña Lety salio del comedor y nos dijo que nos fueramos rapidito por que ya era un poco tarde. Cuando llegamos a la escuelita, ya habían varios montados arriba del camión del “Chino” Germán, éste, un poco enojado le dijo a la niña Lety que ya estaba pensando que lo habían enganchado con el viaje, bueno le dijo ella, aquí estámos ¿no?, minutos después, salíamos rumbo a nuestro primer partido en el “extranjero”. ¡Ay! que lindo sentía yo, al recibir el aire en mi carita infantil, que hermoso sentimiento al ver hacia el límpido horizonte adelante de nosotros, que “rica” sensación de libertad al ver a la distancia lo verde de la campiña salvadoreña sin límites, sin constricciones, sin paredes, sin fronteras, que profundo e imperecedero sentido de felicidad, al pasar por parajes, paisajes y rinconcitos de nuestra bella tierra, con sus riachuelos, valles, montes, montañas y recobejos que encierran historias de enamorados y de secretas pasiones, aquello era y es muy bello, es.....¡nuestra tierra Chepito!
        Después de dejar los bajíos y pequeños valles del departamento, y exáctamente después de pasar por la ciudad de Sonsonate, empezamos a emprender la subida que nos llevaría hacia un ambiente diferente, al de la zonas altas con fincas cultivadas de cafe, alrededor de Juayúa, Apaneca, Tacuba, Ataco, Solcoatitán y aún partes de Nahuizalco. Llegamos a Juayúa y, cómo para ir a la escuela hay, por fuerza, que pasar por el parque del la ciudad, que tiene enfrente esa bellísima iglesia blanca como las nubes de verano, la niña Lety le pidió al Chino que parara un ratito ahi, al así hacerlo aquél, ella nos dijo que nos bajáramos del camión y que fueramos con ella, nos dirijímos hacia adentro de la Iglesia y llegamos enfrente del Cristo Negro que allí se venera, ella nos dijo que deberíamos a pedirle al Señor para que El Tigre pudiera gozar de su vida, como la gozabamos nosotros...unos ahuevados, otros haciendose los majes y unos más riendose de la vergüenza, empezamos a rezar ¡y rezamos! Salimos de la iglesia y nos encaminamos a la escuela, allí, en medio de unas cuatro docenas de niños y niñas, mostrando una tierna sonrisa de oreja a oreja, estába El Tigrito, bien recuerdo la camisa rayada de azul y amarillo que tenía puesta esa tarde, allí estába este cipotío que a sus once años había ya sufrido lo más horrible que a un ser humano le pueda pasar, ¡la perdida de su madre!, sin embargo, allí, enfrentandose a las incertidumbres y viscicitudes que la pobreza acarréa, estába estóico, optimista ante la vida.
        Nos fundimos en un abrazo cálido, sentí tanto gozo de ver a mi hermanito que, se me olvidaba presentarle la causante de convertir nuestro deseo en realidad...la niña Lety, al hacerlo, ella le ofreció su regazo y le acogió con mucho afecto y cariño, como si ya lo conociera con anterioridad; El Tigre, con esa característica “picardía” en él, la asió de la mano y la invitó a conocer asu tío Rafael, ¡venite Monsiour!, -me gritó-, yo les segui unos 4 pasos detrás y cómo a cuadra y media, llegamos adónde su tío, ¡aquél cuadro era muy impresionante fijáte Chepito!, de plano que la pobreza era latente, és que, como don Rafael tenía 6 hijos, lo que hacía en la sastrería casi no le alcanzaba, a tal grado que la señora de él, tenía que hacer y vender melcochas, para ayudarle un poco, además de planchar, hacer los ruedos, ojales y hasta sorjetear los pantalones y camisas que don Miguel hacía, la niña Lety nos dijo que nos fueramos para la escuela, ella se quedó un ratito más hablando con don Rafael (y dandole algun pistio, creo yo)
        Ya en la escuela, El Tigre me enseñó su última conquista, una linda niñita morena con ojos claros, con pelo largo y sonrisa de angel, se llama Sonia, me dijo El Tigre pero, no quiere que le hable delante de las demas, por que se ponen celosas...ji,ji,ji,ji, ji me dijo el muy ca...ballo de carrera. Nos pusimos a jugar y después del partido, El Tigre se le acerca a mi profesora y le dice con una carita bien triste y a punto de llorar: Niña Lety, ¡lléveme por favor!, ¿qué, qué?, -le pregunta ella-, que me lleve por favor, es que, yo quiero estar allá con ustedes, fijese que aquí, ¡hay veces que no comemos!, mirá Tigrito dijo la niña Lety, no és así nomás la cosa pero, si tu tío te da permiso, te podes ir con nosotros y vamos a ver como hacemos para que podás estarte allá, ¿oyiste? fuimos todos a la casa del tío del Tigre, éste, ante nuestro pedido, no tuvo más remedio que decir a su mujer: “Mirá Concha, arreglale los trapos a éste vos!, és que ya se va a ir!” en ese momentito pegamos un gran grito que de seguro se oyó hasta Ahuachapán. ¿Y que vas a creer?, al emprender el camino de regreso al pueblo y ante la amenaza que representaba la obscuridad de los últimos días de Mayo, la niña Lety, mete al Tigre a la cabina, ¡junto a ella y al Chino!, y todos los demás, parecíamos tuncos acarreados del monte, lo peor fue, que al pasar por Nahuizalco, se vino una tormentahijadelagranmontañarusaqueestaeneseparquequesellamasixflagsmagicmountain y todos ibamos bien, bien chupaditos.....menos el motorista, la niña Lety y El Tigre, .....siempre el Tigre..... Bueno, ahi seguimos al rato, oyiste Chepito?.

       Salú,
       
       Monsiour
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            CAPÍTULO VI

        Qué pasó Chetoñito?
        
        Mirá man, fijáte que, cómo a la semana de estar El Tigre en el pueblo, la niña Lety fue a platicar con don Victor Escobar (QEPD), para ver si podiía agarrar al Tigre de aprendíz, don Víctor, como siempre fue una buena persona, no sólo aceptó, si no que también ofreció comprarle todos los útiles que aquél le faltara. Ese día, fuimos al cuartito que alquilaba la abuelita del Tigre, a darle la buena notícia, uta mano, de plano que daba lástima el espectáculo, fijáte Chepito que todos, hasta la niña Chus (abuelita del Tigre), dormían en el suelo, ¡sólamente ponían un plasticote azul que tenían!, el hermano más grande del Tigre (Roberto), se había ido junto a Carlos “Calambre” a buscar trabajo a San Salvador, ya habían pasado cómo tres semanas y no sabían nada de él, Luis, el otro hermano, se iba en una de “La Rancherita” ayudandole al cobrador, para hacer unos centavitos pero, habían algunas veces que ni siquiera llegaba dormir al cuartito -nos contó la niña Chus-, “yo tengo estas mis reumas que no me ayudan cuando ando vendiendo las cuajadas” (continuó ella) y para acabar de amolar -sentenció- ésta “matalas callando” de la Nora (hermana del Tigre) ¡ésta, ya panzona, la muy sinvergüenza!, ¡ay Dios mío! ¿si yo ni sé como vamos a hacer? y se soltó en un llanto sórdido y penetrante, un llanto que desgarraba el alma, un llanto que “desarmaba” a cualquier valiente o cipote, ajeno a las circunstancias -como yo-. Mire niña Chusita, empezó a hablar la niña Lety, no se preocupe tanto por qué, ya va a ver como le va a ir bien, yo le voy a ayudar con lo que pueda, además que El Tigre ya va a poder hacer pantalones y pronto le va ayudar también, ¿verdad Tigre?, ¡si mamachus!, ¡no se aflija ombe! (respondió aquél), ¡ay niñita de mi alma!, ¡si nosotros ya no tenemos consuelo! alcanzo a decir la niña Chus, si viera que hay algunos días que no tenemos ¡ni para unas tortillitas!; sí, pero eso no es problema, mire a partir de ahora, cada vez que no tengan algo de comer, vayan adonde la niña Orbe y digales que yo respondo, ¿oyó?, ¡ay, mi’hijita de mi alma, que Dios me la bendiga mi chula!, aunque no sea por mi, pero, por favor hagame la “viasuya” con El Tigre ¡y con ésta condenada infeliz! La niña Lety, nos dijo que nos salieramos a jugar, asi lo hicimos, ella se quedó, de seguro, para darle algun pisto a la mamachus. Al atardecer, me pidió que le acompañara al desvío, para esperar una “directa” por que ya estába oscureciendose.
        Dispusimos irnos por la calle del cementerio (qué más que calle, era callejón), al pasar por el aserradero de Martín, la niña Lety se resbaló en el lodo del callejón y cayó sentada, choyandose las “de atrás” pues, el suelo estába en bajadita, haciendo que la falda se le enrrollara hasta llegarle a la cintura y -lógicamente- enseñándome sus “panties”, ¡ayudame!, me pidió, y yo -petrificado por el maravilloso episodio ante mis ojos- no sabía que hacer, ayudáme Monsiour, volvió a decir....sí, sí...¡y que quiere que le haga?, que me ayudes a limpiarme las n.....no tengo que decirtelo, ¡por qué ya lo sabes!, ¡ah?, ¿que le limpie qué?, Sí!, limpiame las n....noches me dan miedo!, ¿qué no ves que así no me puedo ir en la camioneta?, ¡ah!, está bueno pues -dije- y me apresté muy dócilmente a limpiarle al barro a la niña Lety en sus lindas y contorneadas na....nadie me creía después pero, ¡es la verdad! El Tigre me esperaba todas las tardes, enfrente del parque, allí en la esquina del billar de don Tavo, para irnos juntos a la escuela; un día, aquél estába bien “acelerado” cuando yo llegué y me salió al encuentro diciendome: mirá Monsiour, fijáte que yo estába esperandote sentado allí en la cuneta enfrente de las gradas de la iglesia, cuando iba subiendo la linda profesora de la escuela parroquial y yo, de chiripa volteé a ver para arriba y cabal ¡le vi las piernotas y hasta los calconcitos papá!, no jodas!, -le dije yo- y al día siguiente y por muchos días después, cabalito a la una y veinte más o menos, allí estábamos, los dos, esperando que llegara la linda profesora, yo creo que a ella, le gustaba que la vieramos por que, nunca nos dijo nada y como que por “fregar”, ¡se ponía unas falditas bien flojas y cortitas fijáte!, es más, cada vez que la encontrábamos, ella se ponía a reir con El Tigre, mirá Chepito, éste hecho, no te lo contará si no fuera por lo irónico que te voy a contar más adelante.
        Un día, Arturo Rivera, nos pidió que le ayudaramos con eso de las divisiones de “quebrados”, ¿quieren ir a mi casa el Sábado? - nos preguntó-, ¡El Tigre respondió rápidamente que sí!, después me explicó por qué, los papas de Arturo tienen una gran tienda, talvéz nos dan pan y fresco ¡o hasta gaseosa!, me dijo. ¡El Sábado pasé por adónde don Víctor a recoger al Tigre, llegamos a la casa de Arturo, quién estába encaramado en unos pantes de leña rajada que el papá tenía para vender y empezamos a estudiar las divisiones de “quebrados”, en eso estábamos, cuando entró una cipota morenita con un lunar arriba de los labios, quién no dijo nada pero, se le quedó viendo al Tigre con esa mirada “picaresca” que tienen las mujeres, agarró un canasto y se salió del cuarto, ¿y ella quién es? (preguntó El Tigre), es Adela mi hermana mayor -respondió Arturo- ¿y a que escuela va ella? (volvió a preguntar El Tigre), estudia en el Guadalupano en San Salvador (respondió otra vez Arturo) ¿y cuantos años tiene? (El Tigre, otra vez!), ¡uta Tigre!, ¡¿y por qué no le preguntas vos pues?! -le dijo muy serio Arturo- y para mi sorpresa, aquél se salió del cuarto. Ojalá que no se vaya a despertar mi papá por qué le va a dar una buena ahuevada al Tigre y una ver...dolaga a la Adela, me dijo Arturo, ¿y eso por qué? (pregunté yo), és que a mi papá, no le gusta que nadie se le acerque a mis hermanas, mucho menos a la Adela. Al rato llegó aquél con una “Fanta” en la mano y con una sonrisa más grande que el Lago de Ilopango. Nos vamos ya Monsiour, me dijo; ¡uta esperate ombe!, se metió Arturo, ya va a venir mi mamá de traer el pan de adónde la niña Chayo y comemos con gaseosa, ¿vea Monsiour?, si hombre ¡eso está bueno, dije yo! (no le dijo al sordo Alirio!), al llegar la niña Blanquita, mandó a la Carmen (otra hermana de Arturo) con unas “santanecas”, “polvorones”, “peperechas”, “pegados”, “marialuisas”, “salpores”, “suspiros” y hasta un pedazo de “semita de piña”, éste dice mi mami que es para vos, le dijo a Arturo, bueno pues ibamos a empezar a comer cuando entró al cuarto la Adela y se sentó junto al Tigre, ¿y a vos de cual te gusta?, le preguntó, eh, eh, eh, éste, ¡a mi me gusta de cualquiera!, comete éste mirá, insistió ella, vieras que ricos los hace la niña Chayo, al momento de ponerle en su mano un “salpor”, así lo hizo aquél hizo nosotros sólo veíamos cómo se miraban entre los dos. Después de habernos “rebanado” toditiditos los 12 pedazos de pan, nos fuimos para la casa, allí por la barbería de don Quique Guerrero ibamos cuando me dice El Tigre, hey Monsiour, ahora no vamos a ir a ver “la Lucha Libre”¿oyiste?; ¿ve?, ¿y porqué no? -le pregunté-, es que fijáte que nos vamos a ver con la Adela y como no puede salir sola, se va a traer a la Delmy Ortiz, así es que allí me haces gallo ¿oyiste?.
       Cómo a eso de las siete y media, estábamos allí por el cine “Atlacatl”, cuando allá por la esquina de la tienda del “Turco” se asomaron las tres, si hombre Chepito, fijáte que también venía la Sonia Grijalba, El Tigre se puso de un sólo al lado de la Adela, a mi me dejo el muy ca....rrito loco, enmedio de aquellas cipotas que como eran más grandes que yo, me agarraron cada una de mi mano y me abrazaban como si yo fuera su juguete, bueno, pasando por el portal de don Chente ibamos cuando dice la Adela; vamos a la sorbeteria? ¡¡Sí!!, respondieron las otras, éste, éste, éste, yo no quiero, dijo El Tigre, es que acabamos de comernos uno ¿vea Monsiour?, ¡si hombre y ya estamos llenos! -tuve que decir yo- y es que el problema era Chepito que no teníamos ni cinco. ¡Ay no se hagan asi!, vamos? insistían ellas, bueno vayanse ustedes y yo les caigo allí -dijo El Tigre- al momento de irse; ¡pero llegas!, ¿oyiste Tigre? -le gritó la Adela-, si ombe ya voy a llegar, nomás voy a ir a hacer un bolado, y se fue..., vaya mi...mentada suerte, ya valí ver....daderamenrte me sentía muy mal, hasta sudaba del miedo a la gran ahuevada que presentía iba a sufrir al llegar a la sorbetería, llegamos y aquellas, ¡empezaron a ordenar hasta sorbetes dobles! y yo, con aquella tembladera que no hayaba ni que hacer, sólo me acuerdo que se me salía una risa bien nerviosa y que me daban ganas de salir barajustado del lugar, cabal en eso estaba cuando llega muy campante El Tigre, y vos ya pediste, Monsiour? -me pregunta-, sólo moví mi cabeza para responderle que no y él me sonrie diciendome: ¡pedí un doble de chocolate con vainilla como te gustan ombe!, como vió que no lo hice, él lo pidió por mi junto al que pidió para si mismo, lo comimos y nos estuvimos platicando por un buen rato (yo sólo pensaba en el momento de pagar), cuando las muchachas dijeron que ya se tenían que ir, Adela se levantó y dijo que ella pagaría, para mi total asombro, El Tigre sale a su paso y dice: ¡no, no, no Adelita, yo voy a pagar! ¡y saca un billete de dos colones!
       Las encaminamos hasta la venta de Jarcia de la Licha Morales, allí en un rinconcito, topados contra el poste de la luz, la Adela agarró al Tigre y le dió una tremenda “lambida” que para que te cuento, papá! al ir de regreso, le pregunt al Tigre, ¡oyí vos man! y de adónde agarraste pisto ¿ah?, ja!, fijáte que le fui a decir a la niña Orbe que si me podía prestar dos colones para comprar unas Valium y otras pastillas por que mamachus estába mala de los nervios y que, ¡se los cobrara a la niña Lety!, no cab....allo viejo, no hubieras hecho eso hombre!, -le dije-, uta Monsiour como ya te hartaste el sorbete, ahora estas con babosadas, ¿vea? respondio el muy des...pistado! y seguimos caminando.....

       Salú,
       El Monsiour.
monsiour @ pacbell.net

Tamen

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