CAPÍTULO XI
Hola Toñino;
¡Ya estamos de regreso brother!, vieras que buen tiempo gozamos todos en mi familia, fuímos a diferentes lugares, nos divertimos mucho, conocimos algunos lugares, comimos, bebimos y gracias a Dios, ya estamos aquí, ¡sanos y salvos! En cuanto al Tigre, te cuento que después de la noche de año nuevo, se puso más decidido a ver a la Adelita a como fuera, así, se hizo amigo de varias cipotas que vivían cerca de ella, hizo ésto para que éstas le llevaran sus mensajes de amor a la Adelita, es que, como sabés, este pobre amigo mío, no podía ni acercarse a una cuadra de la casa de su amada, por miedo a que le volviera a disparar el papá de ella; de seguro te estarás preguntando qué ¿cómo era posible que este viejo maje le haya disparado a un niño y que siguiera tan campante, verdad?, bueno Chepito, cualquier persona que haya vivido en nuestro país en esa época, te puede corroborar qué, para que estos “animales” hicieran lo que quisieran, sólo bastaba que tuvieran dinero para complacer los deseos de las “autoridades” de los pueblos y obtenían así, total inmunidad e impunidad; en algunas ocasiones conocimos de muchas atrocidades, barbaries, asesinatos, robos, humillaciones, raptos, violaciones y toda clase de crímenes que fueron cometidos y jamás fueron estos resueltos, es que, fueron cometidos por “los don fulanitos”. Mi hermanito siguió así cómo aquella vieja canción que dice: “ ¿Que me has dado vida mía?, que ando triste noche y día, rondando siempre tu esquina, mirando siempre tu casa...” por varias semanas pasó así la cosa pero, cuando empezó el año escolar, y sabiendo que Adela tenía que irse para San Salvador a estudiar, yo esperaba que El Tigre volviera a ser el mismo de siempre.
No fué así, al contrario, mi amigo se envolvió en una actitud
sombría y de tristeza, la costumbre que teníamos de juntarnos a la orilla de la pila
de la escuela, se transformó en sesiones de terapia emocional para nuestro amigo,
es que, a todos (especialmente a mí) nos preocupaba ver como este iba poco a poco
siendo consumido por un dolor que se le notaba en su triste mirar. Algunas veces
traté de incentivarlo a ir a ver alguna película de espadiches chinos que tanto le
gustaban, le invité también a irnos a “capear” para la piscina del pueblo, o a alguno
de los ríos o simplemente subir a la peña aquella que dominaba el pueblo pero, nada.
Los fines de semana, los pasaba caminando alrededor de la casa de ella y por las
noches, se escondía en las sombras y escondrijos del mercado del pueblo que quedaba
como a una cuadra y media de la casa de Adelita, con la esperanza de no ser “visto”
por el papá de ella y por supuesto, poder ¡“verle” a ella!; aunque sea “sólo su brazo”
(me confesó, una vez) así, se pasó mi amigo querido los primeros meses de ese año que,
no daba indicaciones de mejorar. Igualmente, la situación no parecía ser mejor para
la mayoría de gente en nuestro país, es que, eran los meses posteriores a la guerra
inútil y la cosa se estaba poniendo dura, yo recuerdo como a la hora de cenar, mis
abuelos hablaban con mis tíos sobre los diferentes temas que acaparaban la atención
del país y lo difícil que ellos podían predecir que sería encontrar la salida, ante tanto
problema.
Como algunos miembros en mi familia -incluyendo mi madre- eran
profesores, el tema, algunas veces giraba sobre la problemática que este gremio enfrentaba
y es que, aún estaba fresco en el sentir de nosotros, la aterradora experiencia que
resultó ser el asesinato de varios profesores, estudiantes, obreros y campesinos que
habían apoyado la primera huelga que los maestros del país tuvieron unos años antes
y que, definitivamente, preocupaba a toda la población pues, la amenaza de una sistemática
eliminación de “simpatizantes” de ANDES 21 DE JUNIO, estaba ahí...palpable y tan real
como nunca, con la creación por parte del general Medrano de la nefasta O.R.D.E.N.
conocida por el pueblo como: “La Mancha Brava”. Mi amigo, esperaba con ansias, la
Semana Santa es que, así talvés su papá la deje ir a las procesiones o a misa, me explicaba
(más con deseos que con convicción) y, la semana mayor llegó y se fué, sin darle la oportunidad
a mi hermanito de ver a su amada; peor todavía, Adelita ya no llegaba los fines de
semana al pueblo. Según le contaron al Tigre, las amigas que vivían cerca de la casa
de ella, parece que su papá está decidido a que ella se quede a vivir con la tía de
la Adela. El Tigrito se dió a la tarea de averiguar la dirección de la Adelita allá
en San Salvador y, nadie podía conseguírsela, finalmente, la hermana de Chepe “Botella”,
Vilma, le contó que estaba adonde la niña Berta y que vivía en la colonia Layco, allá
por la iglesia de Don Rúa, en el barrio San Miguelito. La Rita Narvaez le dijo que
vivía con la niña Estela en la Zacamil, justamente en los edificios más nuevos, camino
a la calle del plan del Pito, que lleva al volcán, ¡cerca pues, de San Ramón!
Con el pasar de los días y ante la evidente falta de interés del Tigre para los otros menesteres típicos en los jóvenes de nuestra edad, tuve que pedirle a mi abuelito que interviniera, el accedió después de advertirme: mirá Monsiour -me dijo- yo voy a tratar de hacer entender cosas de racionamiento a una persona que, no tiene problemas de esa naturaleza, si no que tiene problemas emocionales, no sé si sirva de algo es que, comprendé que no son cosas de la razón... ¡son cosas del corazón! Mi abuelito habló con El Tigre y le trató de explicar que, desafortunadamente, no había mucho que hacer, es que, ustedes son menores de edad y deben respetar los designios de los mayores (explicaba mi abuelo) todo esto no logró aminorar el pesar que sentía mi amigo. Una tarde de un Sábado de Agosto de ese año, llegó jadeante a mi casa El Tigre, ¡Monsiour!, ¡Monsiour! -gritaba desde una cuadra de distancia- yo paré de jugar chibolas a la atarraya con Douglas “Camarón” y volteé a ver hacia allá cerca de la comandancia del pueblo, y pude ver a mi amigo que me hacía señales de que me acercara a él, así lo hice, entonces este me enseñó dos billetes de 10 colones, al momento de contarme que, ya podía hacer pantalones y que don Victor (Q.E.P.D.) ¡le había hecho el primer pago! Con este pisto, quiero ir a buscar a la Adelita, ¿vamos Monsiour? -me preguntó, casi suplicándome- , yo voy a invitarte a todo, además fijate que mañana juega el Alianza contra el Juventud Olímpica y, si nos vamos tempranito a buscar a la Adelita, en la tarde podemos ir a ver el partido, ¿que decís?, francamente, no pude resistir al deseo de ayudarle a mi amigo y -también- a la oportunidad de ver a mi equipo favorito, asiesque, quedamos de vernos al día siguiente, después de que yo fuera a traer la leche y el pan francés, allá por la casa de don Agustín Cortez, de adonde saldríamos a la carretera a pedir “jalón”. Quizás eran las 6 y media de la mañana, cuando estábamos ya rumbo a la capital, tuvimos suerte por que don Santiago Rodríguez (quien viajaba todos los días hacia su trabajo, en una compañía que tenía que ver con el arroz, allá en el boulevard del Ejército), detuvo su pickup y nos invitó a sentarnos en la cabina, vénganse aquí muchachos -nos dijo- quiero que me platiquen algo, es que fíjense que anoche me puse a tomar con unos amigos y se me pasaron las copas, además de no haber dormido casi nada y pues, no me quiero dormir en el camino. ¿Y ustedes adónde van tan temprano? -nos preguntó-, El Tigre, con toda la tranquilidad del mundo, se me adelanta a explicarle: es que fíjese don Santiago que, no pude venir a ver la “bajada” del Salvador del Mundo, durante sus celebraciones y pues prometí que aunque sea después, le iría a “visitar” a la catedral, como don Victor Escobar (Q.E.P.D.) me regaló unos centavitos, ¡aprovecho para hacerle la visita ahora!, ¡eso esta bueno ve! -agregó don Santiago-, a mí me queda en el camino la catedral asiesque, los voy a dejar cabal en la entrada, ¿oyeron?
Llegamos ahí y don Santiago hasta nos dió un colón a cada uno al parar enfrente de la imponente fachada de nuestro inconcluso templo mayor. Hicimos como que ivamos a entrar pero, al ver que se alejaba el pickup de don Santiago, agarramos hacia la Avenida España, adonde -nos habían contado que- podríamos agarrar uno de la ruta 2 que nos llevaría para el barrio San Miguelito; después de preguntar por ahí, alguien nos dió direcciones para llegar a la Layco y en cuestión de minutos estábamos enfrente de la puerta de la casa de la niña Berta, mi amigo se escondió detrás de un camión repartidor de gaseosas que estaba por ahí y me empujó hacia la casa. Con todo el miedo del mundo (y ante la súplica de mi amigo, quien me había convencido, con el argumento de que a él lo conocían), toqué varias veces a la puerta, hasta que un hombre flaco y con cara de pocos amigos, salió a preguntarme que quería, “este mire, señor, fíjese que yo ando buscando a una muchacha que se llama Adelita, es que, yo soy amigo de su hermano Arturo y quiero mandarle a pedir un bolado que le presté, cuando yo vivía allá en el pueblo”, ¿y por que no vás a buscarla a su casa? - me replicó él-, es que me dijeron que vivía aquí con su tía Berta (respondí), ¡No! ya no, ¡desde que salió con su gracia!. Bueno y podría decirme ¿adonde vive ahora?, si hombre, vive en la Zacamil en el 219 del B (me respondió), ¡gracias señor!-alcance a decirle- y salí caminando rapidito hacia adonde me esperaba El Tigre. Este me atacó a miles de preguntas, ante las cuales, solo atiné a decirle: ¡vámonos para la Zacamil!, mientras caminábamos, le conté lo que habíamos hablado con el hombre de la casa de la niña Berta, ante lo cual, El Tigre me preguntaba más y más, ¡Uta Tigre!, ya te conté todo lo que me dijo hombre, asiesque, ¡estate quieto!, pasando por el edificio del IVU íbamos, cuando empezó a caer una tenue lluvia la que, al llegar a los primeros edificios de la Zacamil, se había convertido en una buena tormenta y cabal al llegar a donde deberíamos bajarnos, esta era un tremendo torrencial que mojaba todo lo que sobre la faz de la tierra hubiera en ese momento.
Así, bajo estas circunstancias, es que empezamos
nuestra búsqueda de la Adelita, llegamos al primer edificio y al preguntar por ella,
no solo nos dijeron que no vivía ahí, si no que ¡esa no era una buena dirección!, ¡Uta
Monsiour baboso!, ¡no agarraste bien la dirección! -me reclamó El Tigre-, ¡si papá!, ¡si
eso es lo que me dijo el hombre ese! -repliqué-, bueno pues, sigamos buscando -me
ordenó, mi amigo- y así, nos pasamos gran parte de la mañana y de la tarde de ese día
domingo de Agosto de ese año, corriendo de edificio a edificio, de piso a piso, de
departamento a departamento, tocando puerta tras puerta, recorriendo la tan mentada
Zacamil, de punta a punta, hasta que, muy cansado y totalmente “empapadito”, me opuse
a continuar, mirá Tigre, si querés regresamos el sábado pero, yo ya no creo que la encontremos,
mejor averiguemos bien la dirección y nos venimos directo, ¿que decís?, al ver mi determinación
(y también mi cansancio) aquel accedió y dispusimos irnos para el Flor Blanca a ver
a mi aliancita.
Al terminar el partido, nos fuímos rapidamente para la parada
de camionetas, enfrente de la basílica de Guadalupe (como estaba obscuro y aún con
amenaza de tormenta, no nos quisimosarriesgar a irnos a pedir “jalón”), a eso de la
media hora, pasó una de las “Mi Negrita” y alcanzamos a montarnos por la puerta de
atrás, esta ya venía con muchas personas y en esta parada, se llenó tanto que no se
podía ver ni mucho menos mover, hacia adelante; en Santa Tecla, metieron todavía más
gente y al bajar las peligrosas curvas de Colón, el peligro era tan latente que mucha
gente, empezaba a gritar del miedo, mientras que más que alguna señora “beata” por
ahí, lanzaba sus plegarias y oraciones al cielo, para que nos protegiera.
Al llegar
al lugar adonde está El Poliedro, mucha gente se bajó de la camioneta y en la próxima
parada, quedó practicamente vacía, tanto que, a unos 4 ó 5 asientos atrás del motorista,
pudimos ver que venían en un asiento de 3 personas, el papá y la mamá de Adelita, ¡¡¡con
ella enmedio!!!, mi amigo, se sobresaltó de la impresión y quiso irse inmediatamente
a hablarle, pero, ante mi recordatorio sobre la presencia del papá de ella, este se
arremedó un poco, no lo suficiente para contener la desesperación que de su corazón
salía por ver a su amada y, con toda la gallardía, valor y determinación de “Mirá Monsiour,
necesito verla y hablarle, no me importa si su papá me mata ahorita pero, yo la voy
a ver”, se fué rapidamente a sentarse al asiento de la par y cuando yo le alcancé,
fué solo para que los dos volteáramos a ver hacia el asiento adonde venían ellos y apreciar
que Adelita estaba..¡¡¡¡¡ EMBARAZADA !!!!!, mi hermanito lanzó un grito doloroso al cielo,
la sorpresa y desconzuelo era tan penetrante en él, que hasta quizo atentar contra
su vida, pretendiendo aventarse de la camioneta en movimiento, fuímos varios los que
le detuvimos en su intento, pero aquello fué tan desagradable y espectacular que creó
una total commoción en la camioneta, no teniendo más remedio el motorista que detenerse
y pedirle al cobrador y revisador que, agarraran al muchacho este y que no le dejaran
hacer nada, hasta llegar al pueblo -todo esto, Chepito, pasó ante la pasividad y vergüenza
del papá de la Adelita quien, ni siquiera volteaba a ver, la mamá de ella le pedía al
Tigre que se tranquilizara, Adelita...lloraba calladamente y en su mirada hacia El
Tigre, se notaba una intención, un suplício de perdón.....Llegamos al pueblo y casi
a la fuerza, me llevé (con la ayuda de Chente Sandoval) al Tigre para mi casa, mi
abuelita le dió unos tragos de un té que ella sabe hacer y después de algunos minutos,
mi amigo cayó vencido ante el cansancio y la agitación de lo que había ocurrido. Enfrente
de su cuerpecito de niño maduro, yo no pude evitar el sentir lástima y dolor por este
pobre ser humano que a tan temprana edad, conocía el dolor en casi todas sus expresiones,
solo habría que imaginarse, ¿que más le deparaba el destino a este mi tremendo e inigualable
amigo?, veremos.....
Salú Chepito, cuando me acuerdo de esto, todavía siento
el dolor en mi pecho y la necesidad de querer y adorar más y más a mis seres amados,
es que, algunos, no sabemos lo que tenemos, ni mucho menos cuanto valdrían, ¡el día
que nos faltaran!
El Monsiour.