CAPITULO XII
Chepito;
Talvés no me creás pero, al estar repasando las lineas de mi carta
anterior, sentí todavía una cosa que me atragantaba el pecho y que me ennubeció mis
ojos, llenándolos de llanto, a tal punto que debí alejarme de este “cajón” para recobrar
mi compostura y “recomponer” mi imagen de hombre adulto, ante las miradas “inquisitivas”
de mis hijos. Aquí está El Tigrito: .....Lo que pasó en la “Mi Negrita”, esa noche de
un domingo de Agosto, recorrió el pueblo de punta a punta - a manera de chambre-,
eso fué, por varios días el tema de conversación de “La Toyona” y “La Catota” allá enmedio
de todas las señoras del mercado, de “Kalimán” y “El Peche” y todos los peónes que apostados
en el portal del billar de don Tavo, esperaban que llegara algún camión a ofrecerles
trabajo, de “Mingo” y “El Gordo” en la barbería, de La niña “Carmencita” y la “Choncita”
junto a todas las viejitas beatas en las comidillas de la iglesia, del Profesor “Galán”
y del señor “López” en el tercer ciclo y en todas las “chupas” que tenían entre ellos,
hasta entre todos los sastres y obreros y estudiantes de todito el pueblo. Se hizo
tan grande este chambre que el pobre Tigre, pasó alejado de la vista pública por algunos
días y la Adelita, se encerró por el resto de su embarazo y mucho después del nacimiento
de su niña. Al Tigre, la gente lo volteaba a ver con esa mirada de lástima y burla,
que lástima y duele mucho más que el dolor que ya se lleva adentro y que, no ayuda
en nada; hasta la Chayo “Catracha” me dijo una vez que ¡estaba bueno lo que le había
pasado al Tigre!, púchica vos Chayo -le dije- ¡como sos de mala ombe!, no Monsiour
-replicó- lo que pasa es que esto se lo buscó el mismo, ¡¡¡por andar de pastelero y no
fijarse con quien se mete!!!. Afortunadamente no todos en el pueblo, éramos ni pensabamos
así, es que, habíamos algunos (principalmente jóvenes y niños) a los que, no nos importaba
la burla con la que la gente “distinguía” al Tigre pues, el seguía siendo nuestro amigo,
¡casi hermano!, incluso fijate que, hubieron algunas cipotas que a mí me preguntaban
por él y hasta me decían que le dijera que no se preocupara pues siendo tan guapo como
era, rapidito iva a encontrar otra que lo apreciara y que no le hiciera esa “pandeada”,
todo esto le contaba al Tigre pero, la cicatriz no sanaba. Yo estuve con él en casi
todos los momentos de este su sufrimiento, nos ivamos para “el huerto” de la sección,
para la estación del trén, para la posa de Santa Teresa en el río “Caliente”, para la
finca de “Mincho” Arce, para el atrio de la iglesia, para el cine “Sol” o al “Atlacatl”,
para el estadio, para la peña, para la piscina, para las montañas, para los bailes
escolares de las tardes guanacas tan lindas, ivamos (me lo llevaba) a ver y oír los
repasos de las bandas de guerra (ahora, llamadas de paz) que se preparaban para conmemorar
otro
año más de nuestra “Independencia” y ¡nada!. El 15 de Septiembre llegó y con él, el desfile
tan esperado por la población estudiantil, es que, para muchos de nosotros, este día
significaba uno de los pocos en los que podíamos estrenar “mudada”, aunque fuera ¡el
uniforme de la escuela!, además (por supuesto) de lucirse como miembro de la banda
de la escuela o admirando a los participantes, principalmente a ¡¡¡las cachiporristas!!!
y, precisamente una cachiporrista, la Alba Flores, fué la persona que, con sus encantos
y dotes de hembra adulta, con sus piernas bien formadas y con el color de su piel
bronceada por el sol, más que sus habilidades de cachiporrista, se llevó los aplausos
y admiración de la mayoría de los concurrentes al espectáculo quienes, hasta se osaban
a decirle “piropos” en pleno desfile; fijate Chepito que, sin mentira alguna, yo
noté que ella, miraba al Tigre y buscaba la mirada de este, para “entablar” una comunicación
y darle así a conocer su intención de aventurar en los campos del amor con él; ella
-según lo interpreté yo- ofrecía sus mejores movimientos e interpretaciones al Tigre
quién, me parecía que no se percataba de esto, hasta que le dije: ¡Uta Tigre, .....
maje! ¿y que te pasa pues baboso?, ¿que no vés que esta quiere algo con vos man?, muy
pasivo, El Tigre me respondió: “dejemos que sufra un poquito más, ¡querido amigo Monsiour!,
dejemos que muestre todas sus intenciones y después, veremos si la podemos atender...”,
ese fué el punto indicativo que, mi amigo El Tigre, ¡estaba de regreso! En la tarde
de ese día 15 de Septiembre, como era costumbre en el pueblo, nos reuníamos los estudiantes
desde el quinto grado hasta el noveno, en el huerto de la sección (lugar que, debido
al día libre otorgado a todos, estaba sin vigilantes), para platicar, comentar, bailar
y muchas otras cosas que terminan en “AR”; por sugerencia del Tigre, nos escondimos
en el camino, para ver quienes eran los que pasaban para el lugar, ahí, enmedio de
unos matorrales y palos de “guarumo”, vimos pasar a casi toda la muchachada escuelera
de mi pueblo; la Alba Flores pasó con unas amigas, seguida por una media docena de
admiradores y candidatos quienes, se peleaban entre sí por tal de ir a la par de ella.
Unos minutos después de pasar la Alba, nos dirijimos también nosotros al lugar el cual,
al llegar, mostraba un ambiente de total celebración y alegría, con una concurrencia
de jóvenes bailando al compás de
lo último de la moda musical, así escuchábamos canciones
como: “Gloria”, “Me Quiero Casar Contigo”, “Zuqui-Zuqui”, “Honey”, “Celoso”, “Reynalda”,
“Baby Come Back”, “El Mambo del Taconazo”, “You’ve Made Me So Very Happy”, “Venus”,
“Monday - Monday”, “las instrumentales de Billy Vaughn”, “Ray Conniff”, “las últimas
cumbias de los Melódicos”, “las románticas de Palito Ortega”, “Sandro” y otras que
hacían que la mayoría se dedicara a mover sus “esqueletos”; algunos, al andar en la
conquista, se dedicaban a dar la “parlada” de su vida, tratando de convencer a la
candidata de sus preferencias, otros ya con la tranquilidad de haber conseguido el
“si”, se embarcaban en su afán de mostrar sus dotes “amasivos” y unos, ya con la certeza
de haber recorrido largo trecho, se alejaban de las ramadas, rumbo a la quebrada
del río que pasaba cerca y el que, les ofrecía la quietud y soledad necesaria para
llevar a cabo los “menesteres” típicos de esta etapa de la vida. Mi amigo Tigre, se
dedicó por algunos instantes, a acompañar la música con un leve movimiento de su cabeza
y con el zapatéo de su pie derecho, ante esta pasividad, yo me puse a bailar con la
Mirna Palma, en un momento ella me dijo que la esperara por que iría adonde una amiga,
al regresar me dijo que ¡¡¡la Alba quería bailar conmigo!!!, no lo creía pero, en la siguiente
canción, la tenía enfrente de mí, con su linda sonrisa y esperando que la Mirna se alejara,
al empezar la música, ella me puso su brazo izquierdo sobre mi hombro y empezamos
a bailar; tal como lo sospechaba, ella quería bailar con mi amigo y a través de mí,
pretendía conseguirlo, así pasó, ellos se aprestaron a darse la bailada de su vida y
yo, contento de ver de nuevo la “mirada” de cazador en mi hermanito, me alejé del
lugar, rumbo a los guayabales peruleros de la finca de don Juan Galán. Fijate Chepito
que, justo al pasar por la linea del tren, ví en el suelo unas huellas frescas de
zapatos de mujer y unas de hombre, con rumbo hacia la pequeña posa que el rio “Las
Palmeras” formaba, asiesque, decidí seguirlas (solo por curiosidad) y ¿a quién creés
que ví ahí, agazapados entre los matorrales de “mano de leon” y zacate?, ¿protegidos
por los varios palos de morro y de palmeras, en medias ropas y absortos de todo su
alrededor?,..... nada menos que a la Ernestina (la tía del “Sapito” Muñoz), con el
profesor de Inglés del tercer ciclo; con la inocencia y picardía característica de los
niños de mi edad, me quedé atónito y paralizado, con una sensación interna de éxtasis
insospechado, admirando por primera vez en mi vida el acto mas sublime de la pareja
y por primera vez -también- sentí, en medio de mis piernas, como mi masa musculosa
se engrandecía a tamaños insospechados y así, también como, junto a un leve escalofrío
sabroso y exquisito, se humedecía la parte delantera de mi pantalón. No sabía que hacer,
por algunos momentos, sentí el deseo de salir corriendo hacia ellos y contarles lo
que me acababa de ocurrir, de simplemente quedarme ahí y disfrutar el momento, de
regresar a mi casa y relatarle todo a mi abuelito o sencillamente seguir mi camino.
Opté por lo último, después de disfrutar de docenas y docenas de ricas y suculentas
guayabas peruleras frescas y de pretender volar, -encaramado allá en las ramas de
los guayabos- a través de los vientos frescos que bajaban de la montaña que protege
a mi pueblo, me regresé a mi casa, solo para encontrarme al Tigre quién, con su tan
característico gesto de “cosmopolita”, me contó que ya era el novio oficial de la Alba
y que, esa noche se verían en el parque. A pesar de lo mucho que me alegraba ver de
“regreso” a mi amigo, no le respondí con la sorpresa que de seguro el esperaba de
mí, en parte creo, a ya anticipar esa noticia o debido quizás a lo hermoso del acto
que yo había observado y admirado esa tarde allá en la posa del río “Las Palmeras”;
aunado al “tremendo” sentido de “algarabía” que mi cuerpo había experimentado esa tarde
del més de Septiembre de ese año, allá en uno de los bellos parajes de nuestra bendita
tierra guanaca...Salú Chepito, cuidate hombre y no dejés de esforzarte por ser feliz,
pero sobretodo, ¡¡¡nunca dejés que tu libertad de ser vos mismo, y de expresar lo que
sentís, sea pisoteada, nisiquiera que se te pretenda coartarla o “censurarla”!!!
El
Monsiour.