LOS SOLDADOS, SEÑORITA
Los soldados, señorita, son tan humanos como usted. Ellos también tienen
sueños, anhelos y esperanzas.
No, no están hechos de odio. Están hechos
de amor como de amor está hecho el bello cuerpo que usted usa con gracia cotidiana. Ellos
nunca han sido enemigos del pueblo ni jamás han deseado verse la manos empapadas con
la sangre de otros hombres.
Son gente sencilla, frescamente sencillas. Casi
todos son hijos de obreros o campesinos, de tristes mujeres que lavan o aplanchan ropa
ajena para ganarse el pan.
Un día les ordenarán: "Defiendan la patria". Y
ellos marcharan, obedientes, en contra de otros soldados a quines también habrán
dicho: "Defiendan la patria". Antes de que los maten, matarán. Cruzarán
fangales y desiertos. Muchos caerán podridos de hambre y sed, lejos, muy
lejos de las lágrimas de sus hijos.
Cuando termine la guerra, a los que
sobrevivan triunfantes la "Patria" los premiará con una medalla para
que, al correr de los años, hinchando el pecho se la muestren con orgullo a
sus nietos. ¿Y los que con su muerte contribuyeron al triunfo?
¡Serán mártires
de la "Libertad"! El gobierno erigirá en honor de ellos un monumento
conmemorativo, en el cual, en una fecha determinada, un Ministro colocará, con
mucha pompa, una corona. ¿Y los otros? Los otros serán prisioneros de guerra o
muertos sencillamente.
Sí, señorita, esa es la triste historia de los
soldados. No los desprecie. No los mire con asco. Ellos no son culpables
de sus actuaciones. Los culpables, son los que siembran el odio en los caminos
y los pueblos.
Los que a costa de sangre hacen riquezas. Los que fabrican
armamentos en vez de arados y martillos. Los que ansian conquistar a los
países pequeños, para tener esclavos.
No odie a los soldados, señorita, ni
los mire con lástima. Vealos como cuando usted se mira en un espejo.
...Un
día ellos, usted y los demás hombres del mundo, nos reuniremos en torno a la
esperanza y cantaremos.
Cantando construiremos un mundo que, con la
frente levantada caminará hacia el progreso...
Un día, señorita, los soldados
irán sobre tractores conquistando la paz, la paz que ansiamos desesperadamente.
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SÍ
SEÑORITA, LOS TRACTORES...
- Sí,
señorita,
- los
tractores son las arma
- que nosotros
necesitamos urgentemente.
-
- Hasta ahora,
los hombres
- Hemos
querido conquistar el mundo
- a fuerza de
golpes,
- de puñales y ametralladoras.
- Consulte usted la historia.
- Está llena de sangre,
- de
cadáveres,
- de gargantas
que gritan contra el odio.
- Todas las
hojas de los calendarios
- están de
luto, señorita,
- como si el
único
- motivo que
nos tiene en la tierra
- fuera el de
asesinar a nuestros semejantes.
- Es terrible,
señorita, terrible totalmente.
-
- Cuando usted, frente a un espejo,
- se pinta las mejillas y los labios,
- cuando
espera el autobús para ir a la oficina
- o cuando
está
- frente a una
máquira de escribir,
- cuando
escucha a Beethoven
- o lee a Neruda,
- cuando ríe,
bosteza o suspira;
- en cualquier
parte del mundo
- está
muriendo un hombre y otro y otro y otro.
- Los está
matando el odio,
- la guerra, la miseria.
- ...Los días corren por las calles
- mostrando el esaueleto
- bajo la carne rota.
- Los mendigos
- penetran a las cafeterías y los bares
- como hormigas hambrientas.
- Da lástima, dolor,
rabia,
- el contemplar
los rostros dolorosos
- de los niños
- que antes de aprender a leer y escribir,
- aprendieron
- -porque la vida
les enseñó con golpes-
- a pedir
una limosna en nombre de sus dientes
-
- Es terrible, señorita, demasiado terrible.
- Por eso
- Yo
- afirmo corvencido:
- Los tractores
son las armas
- que nosotros
necesitamos urgentemente.
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