- Después de un largo rato de camino en la montaña Xicalapa, el joven
Balam se detuvo junto a un riachuelo para beber agua, se inclinó hacia la
charca y mientras bebía el virtuoso líquido, un presagio tomaba lugar en su
mente. El joven trató de no turbarse y se entregó a mojar su negra melena.
- Balam regresaba del pueblito de Toyos, a donde había viajado para buscar
comprados que urgían a su madre. El sudor y la fatiga imponían descanso a mitad
de la montaña, y Balam se entusiasmaba con la frescura de la quebrada.
- De nuevo Balam deleitaba frescos sorbos de agua cuando advirtió un ruido
que removía la hojarasca, un ruido que por breve y ligero le despertaba
sospechas. Balam esperó un instante y al no oír más aquel ruido, dispuso seguir
con su descanso.
- Sentado
sobre una roca, Balam pensaba que en sus quince años nunca dio importancia a
los presagios, ahora no quería dejarse atrapar por supersticiones, y se entregó
a mirar los helechos gigantescos que poblaban la ribera.
- Como cada vez que se detenía en un camino, a Balam le gustaba contemplar
los parajes, detalles en las plantas, en los animales y en la misma tierra. Le
sorprendía la geometría perfecta de las nervaduras y el decorado de formas
caprichosas en las hojas de los helechos.
- Frente a la foresta Balam dejaba correr su fantasía y pensó que los
inmensos helechos eran animales mitológicos, los gruesos tallos cobraban
majestad y las hojas parecían alas de gigantescos pájaros convertido en
arbustos.
- Todo era gigantesco en la montaña Xicalapa, los árboles debían ser del
inicio del planeta, se requería inclinar la cabeza hacia atrás para mirar los
copos, arriba se extendían las ramas como techo, y se necesitaba tres hombres
para abrazar un tronco.
- A Balam también le gustaba mirar el combinado luminoso y delicado de las
orquídeas, poseían tanta luz que iluminaban los troncos y las cortinas de
lianas que flotaban en la foresta.
- Parecía que la naturaleza compensaba la sombra del bosque, y las
orquídeas estaban allí para fabricar luz. De las ramas de ceibos, chilamates y
ujushtes colgaban orquídeas como soles y estrellas. En los troncos legendarios
se extendía un tapiz de musgo, parecía un grueso abrigo que envolvía la espalda
del árbol, justo donde el sol no calentaba. Era una simbiosis, el tronco daba
la savia y el musgo daba el abrigo.
- Balam se maravillaba con la perfecta perpendicularidad de las cañas, la
equidistancia entre anillos y la textura metálica amarillenta como otra versión
tubular de las orquídeas. También las cañas estaban allí para dar música con
sus hojas de seda y el crujir de sus tallos.
- Entre hojas y troncos Balam descubrió minúsculos escarabajos que ya
conocía muy bien, pero le seguían maravillando. Era increíble ver como los
escarabajos salían de la hojarasca oscura, y brillaban con sus corazas de
metálico escarlata, oro, ópalo, esmeralda o pintados como mosaicos.
- La misma sensación fantástica le producía el revoloteo de furtivas
libélulas fluorescentes. Las libélulas hacían una danza veloz que dibujaba
trazas geométricas en el aire, como un ritual. Después las libélulas planeaban
para caer en picado sobre las charcas, y se elevaban con la velocidad de un
parpadeo.
- Mirar esos detalles de la naturaleza producía a Balam una armonía en su
alma, minúsculos detalles en el universo de la montaña. Sin embargo le
inquietaba mirar como la fantástica ingeniería de colores y formas de los
insectos terminaba en un picotazo de pájaro. El arte de la vida terminaba en un
picotazo. Pero, a la vez, los pájaros tenían sus propias maravillas y colores y
cantos y jugueteos, que también le despertaban pena al pensar que tanta belleza
terminaba en una tarascada de felino.
- ¿Cuánto tiempo tardaba un escarabajo en crecer y mostrar sus bellos
colores pétreos o metálicos? La naturaleza era tal, una cadena de vida y
muerte.
- El extraño ruido volvió en sí a Balam y lo alertó a mirar en derredor,
pero como regresara el silencio fijó sus ojos en la minúscula hierba de la
playa que se alargaba junto a la charca. Allí descubrió insectos transparentes,
pero no quiso regresar a la contemplación, aún tenía sed.
- Balam tomó pequeños sorbos de agua, se tendió a ras de la pequeña charca
para refrescar su ardiente rostro y regresó a la roca para seguir su descanso. Por
el ruido sospechoso Balam tenía de nuevo el extraño presagio, batiendo entre su
pecho.
- Sobre las cumbres de la montaña Xicalapa, el joven Balam miró deslizarse
bancos de neblina, por momentos la foresta quedaba escondida y el juego de
sombras tachonaba los bosques con distintos tonos de verde, azul, marrón y
gris.
- Todo era tranquilidad, y en esa paz reposaba Balam, cuando el ruido
sospechoso de nuevo removía la hojarasca.
- Acostumbrado a los secretos avances de animales montañeses, Balam
aprendió a diferenciar los ruidos que advertían cualquier presencia. Sabía
distiguir los pasos de un zorro a los de un coatí, los pasos del puma eran casi
inaudibles, pero los pasos del tigre no dejaba oír en absoluto ni el más leve
roce de sus pisadas sobre la hojarasca. Balam sabía que el ocelote era muy
audaz porque se emboscaba, pero sus saltos de avanzada lo delataban. Por
supuesto, era muy notable cuando una estampida de dantos se aproximaba, pues
removían los cerros con estrépito, en cambio se dificultaba advertir la llegada
de una manada de monos congos, a no ser por las ramas que balanceaban en sus
saltos.
- Balam fue instruído por su padre en la tradición xicaque, para que
supiera conducirse en la montaña. Balam podía evadir peligros, diferenciar
sonidos, identificar huellas en la tierra. Por las formas de las huellas sabía
qué tipo de serpiente se había deslizado, qué clase de escarabajo dejaba tales
rastros. Diferenciaba además los olores animales esparcidos en el aire.
- Balam aprendió que de todos los animales el más temible era el tigre,
con abundante presencia en las leyendas que de voz en voz daban cuenta de tal
voracidad, aunque paradójicamente era apacible. Tanta fiereza tenía el tigre
que podía cortar de tajo el cuello a un venado, pero igual no era un animal
insaciable. Lo temible del tigre llegaba porque era asustadizo, un animal
asustado era incontrolable, por ello no se debía asustar al tigre, era mejor
simular o ignorar su presencia, pero sin darle flanco de ataque.
- Por esos relatos de fieras, durante las extensas travesías por la
montaña Xicalapa, los lugareños xicaques viajaban en grupos, cuando no,
llevaban sus lanzas y sus cuchillos de obsidiana para disuadir una embestida.
- Cruzar los senderos de la montaña no era peligroso, aunque el riesgo de
un ataque animal llegaba por el sentido de proteger su territorio. De todos
modos, se decía Balam, no era agradable ser perseguido por una manada de
traviesos monos congos, y mucho menos por el tigre.
- Los pobladores de la montaña, el pueblo xicaque, raras veces bajaban a
las villas de los ladinos, pues en las aldeas tenían sus propias industrias y
cultivos comunitarios, conservaban sus costumbres y su lengua xicaque, y
viajaban a los pueblos solamente para el trueque de sus productos por
medicamentos o alguna herramienta.
- Por fin, ante la persistencia del ruido entre la hojarasca, el joven
Balam subió a un risco para cerciorarse de la llegada de alguna bestia. Quería
saber si enfrentaba ya el asedio de ese adversario felino. Para ese momento
Balam había observado los árboles que podían protegerlo, en caso que un tigre
lo arremetiera, subiría a un árbol de tronco liso.
- Desde el risco Balam sintió un ruido escandaloso de piedras que rodaban.
Con suma precaución dispuso su lanza, apuntando hacia el lugar sospechoso. Aunque
descartaba que fuese un tigre, porque no habían olores felinos en el aire.
- Balam nunca había atacado a ningún animal, mucho menos a un felino de
gran talla, pues, desde antes que se recordaran los nombres de los parajes y
las cosas, la ley de la montaña Xicalapa vedaba matar animales, solamente en
casos de defensa personal o para la alimentación se podía sacrificar a un
animal. Aunque en las aldeas de la montaña criaban conejos, guajolotes o
pescaban en el gran río.
- La neblina envolvió la foresta, una brisa fría bajaba como señal de
inminente aguacero. En tanto buscaba otro signo de presencia animal, Balam alistó
su lanza, sentía agitados tamborileos entre su pecho, trataba de no alarmarse,
pensaba como en otras veces que el enigma podría resultar convertido en un
danto extraviado de su manada.
- Los dantos siempre aparecían del silencio cuando andaban solos. Pero en
manada, los dantos aunque bromistas, eran capaces de botar un árbol de un golpe
con la frente. Pero esta vez el ruido era suave, y parecía ser de un pícaro
coatí que iba buscando cangrejos entre rocas, así que removía la hojarasca.
- Pensaba en el tigre, pensaba en el danto, pensaba en el coatí, el joven
Balam tenía ya la decisión y el instinto listo para el ataque final. Estaba
decidido a batirse con la lanza en cuanto descubriera el asalto de la bestia. El
ruido estaba a pocos pasos, Balam aspiró cuanto aire pudo y lo retuvo entre su
pecho.
- Allí, junto a un grueso tronco estaba ya la temible fiera, se le podía
oír por el ruido de sus pasos sigilosos.
- -¡Pero no! –exclamó Balam.
- Todos los presagios se sublimaron, Balam recobró su respiración normal,
mientras se acomodaba en el risco para tener mejor vista.
- -¡Un venado! –dijo Balam para sí.
- Allí estaba el venado bajo el ramaje de los arbustos, echado sobre un
lecho de hierbas.
- Los ojos de Balam brillaron como azabaches y su rostro expectante ganó
una sonrisa:
- -¡Vaya misterio!
- Balam recobró la paz y sintió la tibiesa del sol que de nuevo aparecía
entre claros de los bancos de nubes.
- -¡Qué alivio! No era el felino –dijo Balam, mientras miraba que el
venado se escondía entre el follaje y la hierba.
- Balam bajó la lanza de obsidiana, mientras miraba hacia los arbustos
para averiguar por qué el venado no escapaba con su presencia. Un caso
inquietante, porque los venados eran escurridísimos, no se dejaban acercar a
pocos pasos.
- Balam pensaba que era una suerte no haber tirado su lanza, y ciertamente
se abstuvo de batir al venado, pues, otro presentimiento lo iluminó. Además
nunca había atacado a un venado porque pesaba la tradición que el espíritu
humano reencarna en el venado. Justamente xicaques quería decir: hombres
venados.
- A decir verdad Balam llevaba su lanza de obsidiana solamente para
ahuyentar cualquier despistado animal que se le cruzara por el camino. Estaba
seguro que tampoco mataría al tigre, solamente lo ahuyentaría, porque también
la tradición decía que el tigre es el ser que nos conduce hacia el más allá,
después de la muerte.
- Finalmente el venado se alzó de un salto entre los arbustos, sin dejar
de mirar y olfatear hacia todos lados. El venado dio un paso corto con cuidado,
y en ese instante apareció otro pequeño venado.
- Balam observaba que el animalillo con inquieto esmero alargaba su
cuello, como queriendo beber con sus ojos aquel paisaje nuevo para él.
- Se trataba de un venado recién nacido, y el animal grande era una
venada.
- -¡Vaya, que sorpresa! –exclamó Balam.
- El sol ganó un trecho de cielo y dejó colar sus rayos por los bordes de
las nubes, bordes dorados bajo los cuales nacía un arcoiris en el invierno de
la montaña Xicalapa.
CHUNGO MARAVILLA
- En el terreno de
juego se enfrentan los equipos de fútbol de las escuelas de Mejicanos y
Zacamil. De fondo resuenan los cueros y metales de las fanfarrias.
- La pelota rebota en el travesaño de la portería
mejicaneña, el defensa Chungo Tamegua da un salto y cabecea de medio lado. La
pelota viaja hasta el medio campo del estadio:
- -¡Chivísimo, Chungo! –le dijo Computer García, su
compañero de retaguardia del equipo de la escuela Mejicanos número 2.
- En el medio campo la pelota es atrapada por un
adversario del equipo de la escuela Zacamil número 1, y de nuevo el pelotazo
cae en terreno de riesgo, pero allí está Sherman López que es defensa del
equipo mejicaneño y hace un paro de pecho, la pelota se desliza hasta su
rodilla. Sherman López pasa la bola a su compañero Ribuk Gonsáles, éste retacha
de taquito y la entrega a Bluyin Pérez, la pelota vuela hasta el medio campo. Ahora
la pelota es atrapada por un jugador zacamiliano y de pase en pase regresa
hasta el área menor, atrás corre Aseiko-digital Ramírez sin lograr alcanzar al
delantero zacamiliano. Pero allí está Katerpilar Serrano el otro defensa
portentoso del equipo mejicaneño que hace una barrida y tumba al delantero
zacamiliano, el árbitro pita y favorece con tiro libre al equipo zacamiliano. La
pelota viaja en parabólica, Copyray Martínez el portero de Mejicanos se lanza
en vuelo y logra sacar la pelota al corner.
- En la barra hay gritos, aplausos y suenan los cueros y
metales de la fanfarria mejicaneña en la que destacan Leydy, Jennifer, Vicki,
Meybi, Shirley, más otra docena de chicas bien equipadas de panderetas.
- Por fin: tiro de esquina, el portero Copyray Martínez
hace otro vuelo, la pelota gira como trompo y cae de nuevo en área de riesgo. Un
delantero zacamiliano cabecea y la pelota pega en la esquina de la portería. Hay
un revoltijo de piernas y de nuevo Katerpilar Serrano se encarga de salvar al
equipo mejicaneño. La pelota ahora vuela en curva hacia la banda izquierda
donde Chungo Tamegua da un puntazo, la pelota sale en torbellino y:
- -¡Gol!
- -¡Gol, gol, gooooool! –grita emocionada la barra
zacamiliana.
- Pero fue un autogol. Un desaguisado de Chungo Tamegua.
- Chungo Tamegua queda hecho estatua de piedra, en la
barra mejicaneña hay un silencio de cementerio, la fanfarria se ha desinflado y
entonces se escuchan los insultos de los mejicaneños que caen como rayos sobre
el petrificado Chungo:
- -¡Por las once mil vírgenes!
- -¡Tenías que ser vos Chungo-Chupacabra!
- -¡La regaste Chupacabra!
- -¡Te vamos a expulsar del equipo, Chupacabra!
- Del otro lado de las gradas, se escucha la fiesta de
la barra zacamiliana, bombos y trompetas de fanfarria, griterías de vivas y
coros de gesta: "Lión puede ser abatido
pero nunca vencido, viva lión jodido". El león era la mascota de los
zacamilianos, y para éstos "Jodido" quería decir "pícaro".
- Muy avergonzado por la mala jugada Chungo Tamegua
pidió a Aftershave Guevara -capitán mejicaneño-, que lo cambiara a la delantera
para reponer el gol de la vergüenza, de todos modos el marcador era de uno a
uno, lo cual aún permitía ganar.
- El capitán Aftershave Guevara aceptó y Chungo pasó a
la artillería junto con Megabay Ortíz, Teleflash Colorado y Laserjet Orellana. Jugaron
los últimos veinte minutos del segundo tiempo y los dos equipos quedaron
empatados: Uno a uno.
- Como el partido era amistoso, más valió la metida de
pata de Chungo Tamaegua para no tener enemistades. Así los unos y los otros,
sin ningún sesgo de revancha, se podían invitar en adelante a sus respectivas
ferias escolares, fiestas cívicas y turnos filantrópicos.
- A pesar de todo, las cosas se agravaron para Chungo
Tamegua, y durante toda la semana no paraban de decirle los más abominables
apodos derivados de su nombre de familia, recriminando su metida de pata, el
autogol, el gol de la vergüenza.
- Chungo Tamegua cansado de tanta mofa, convenció a su
madre para que fuesen a la alcaldía municipal y le cambiaran de una vez por
todas ese nombrecito de calvario: Chungo Tamegua Maravilla.
- Al parecer, el destino había desfavorecido a Chungo,
pues, debería llamarse Jesús Maravilla, pero al momento de su inscripción en el
registro civil de la alcaldía de Jocorón -pueblito de frontera de La Unión-, la
secretaria de turno fue literal y escribió tal cual había dicho la madre del
recién nacido: Se llama como su padre.
- Conocido del caserío, al susodicho padre lo llamaban
por el diminutivo de Jesús: «Chungo», y para diferenciarlo de otros homónimos
-pues habían como diez Chungos en Jocorón-, le decían: «el de la tamegua», lo
cual traducido del dialecto Lenca al
Español quería decir: el que corta la hierba de la milpa. Automáticamente la
secretaria de turno escribió en la partida de nacimiento del recién nacido:
Chungo Tamegua Maravilla.
- Durante la guerra civil muchas familias del pueblito
de Jocoro tuvieron que emigar, para escapar del fuego cruzado de los bandos en
guerra. Así fue como nuestro héroe Chungo Tamegua emigró con su familia a la
metrópoli de San Salvador, en busca de seguridad y porvenir. Ya en la capital,
la madre de Chungo se hizo cargo de la familia, mientras el padre siguió la
ruta de los Yunai como inmigrante. Pasaron los años, terminó la guerra, y allí
estaba ya Chungo Tamegua estudiando cuarto grado en la escuela Mejicanos número
2, y , enlistado en la gloriosa selección de fútbol de su plantel.
- Después de aquel emocionante partido de fútbol donde
Chungo se agenciara el fatídico autogol, gol de la vergüenza, la madre
comprendía el malestar de su hijo y, se dieron cita en la alcaldía de
Mejicanos. El trueque de nombre no estaba fácil, la empleada del registro civil
fue clara en explicar que se necesitaba hacer el trámite ante un abogado y con
dos testigos que conocieran a la familia.
- -¿Y por qué desea cambiar el nombre al muchacho?
–preguntó la empleada, por rigor administrativo.
- -Usted sabe, hay nombres pasados de moda que se
prestan a la burla. Además todos los compañeritos de mi hijo llevan nombres
supermodernos –respondió la madre de Chungo, y en seguida le contó los
pormenores del equívoco a la hora de hacer la partida de nacimiento en el
pueblito de frontera de Jocorón.
- La empleada municipal continuó su cuestionario, según
el rigor administrativo, esta vez dirigida al chico:
- -¿Y cómo te deseas llamar, hijo?
- -Pues...¡Internet Maravilla! –dijo Chungo con toda la naturalidad del
mundo.
- -La verdad, eso será difícil, porque hay una ordenanza municipal recién
aprobada en todo el país, que prohibe usar nombres extranjeros –dijo la
empleada.
- Por un momento Chungo y su madre se quedaron en silencio, se miraron con
resignación, como diciendo que no podían pagar un abogado. Pero la empleada
municipal retomó la palabra:
- -Se puede cambiar el nombre, pero deben elegir un nombre en español o en
náhuatl.
- -Bueno, me llamaré Jesús Maravilla, como debía llamarme –aceptó Chungo.
- La empleada municipal abrió una gaveta, sacó una ficha, escribió una
nota y luego dijo a la madre de Chungo que podía pasar a la sección jurídica de
la alcaldía, un abogado seguiría el proceso a través del programa de servicio
social.