Krishnamurti Góes dos Anjos
José Ortega y Gasset
"Misión de
EMBRAGUE INTELECTO
Después de consultar la cartera que contiene sólo exiguos diez reales, me senté a una mesa cerca del mostrador de bebidas del bar. De una
asociación mental involuntaria, reviso en el suelo de mi biblioteca, envueltos
en paquetes de papel de embalaje, sesenta ejemplares del último libro que
publiqué. Vendidos a diez reales cada uno (¡exiguos diez reales!), ¡seiscientos
reales! Pero ¿a quién vender? ¿Cómo distribuir en las librerías? ¡Cuanto
desaliento!...
Eché un vistazo en el ambiente casi vacío del bar. Pocos
consumidores. En la fila de bancos circulares pegados a lo largo del mostrador,
a unos dos o tres metros de donde estaba, un hombre con un vaso de cerveza
frente a él, leía un periódico. Pido una cerveza al camarero, y me pongo a mirar
hacia el hombre leyendo el periódico. Me quedé en una rigidez de mirada
imperturbable… finalmente el narrador que mira ¿no sería el contrapunto y al
mismo tiempo la redención de la palabra en esta época de la imagen? Yo no sé. No reparen como cuento las cosas. Me ven así, sin rumbo, ahora aqui, ahora allí,
y en verdad, sólo más tarde, calmada mi resaca, fue que las añadí como
ocurrieron. Es que esa historia yo no podría dejar de contarla, y sólo podría
hacer de esa manera. Aquí es lo que cuenta.
Pero ¿por qué me llamó la atención aquella imagen de
hombre medio gordo, de cara gorda y ojos pequeños? Tal vez la abundante
cabellera despeinada, como la barba, medio grisalla. Rara. Llevaba gafas con lentes
gruesos que constantemente resbalaban por la nariz. Las ajustaba con paciencia,
y continuaba la lectura demostrando profundo interés. A veces, se estancaba
haciendo un gesto casi imperceptible y sin diálogo con el texto, para después
llevar la taza a los labios. Sin embargo, lo que realmente mantiene mi atención
a él fue el hecho de que, al levantar el periódico tamaño tabloide para volver
la página, pude ver el nombre del periódico. Le Monde Diplomatique. Pero finalmente, ¿quién sería aquel extraño personaje
que lee un periódico francés?
Se acercó a él un muchacho de aproximadamente 20 años,
alto y bien vestido. Tocó su hombro y le saludó:
–Oh, maestro Araujo, ¿usted por acá?
El otro despertado de la lectura, sonríe, cierra con
lentitud el periódico, y contesta:
–¡Hola,
joven! ¿Cómo está? Si, estoy bebiendo una cerveza y a la espera de Jorge…
-¿Va una cerveza? Siénta aquí... ¡en este bar nadie queda
sin beber! ¡Camarero! ¡Dos cervezas! ¿Sabe? Jorge y yo, del departamento de filosofía,
estamos escribiendo una tesis con el objetivo de publicarla por el editorial de
– ¿
Verdad? ¿Sobre lo que es? ¿Ya tiene título?
– No, sin título todavía, pero puede ser que sea así: “¡Karl
Marx se debate en el ataúd!”
– ¿Cómo?
– Broma mía, todavía no tenemos el título definitivo,
pero es una tesis sobre el espectro del marxismo, que gira y se mueve,
resucita; incluso después de tantas décadas de idiotez religiosa…
–Si. Ah, maestro; fue providencial que nos hemos
encontrado. ¿Sabe, aquél trabajo que usted ha recomendado en la clase de la
semana pasada?
–Si. En su clase fue…
–Un análisis del Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, de
J.J. Rousseau.
–Ah,
si! En la otra recomendé Adam
Smith. Sí. ¿Sabes que pasó? Cremilda,
que se comprometió a hacer copias del Discurso, hizo un lío y por fin sacó las
copias sólo de la mitad del texto…
El maestro, con una expresión de impaciencia, se ajustó las
gafas, sacudió la cabeza y dijo:
– La astucia de los artificios de la indolencia.
– ¿Cómo?
– Nada, no importa. – Y gritó al camarero: - ¡¿Donde
están las cervezas!? ¿Pero al menos se puso a leer el Discurso?
– Leí la parte que ella sacó copia, pero confieso que
tengo algunas dudas que…
–Entonces léalo todo – interrumpió el maestro. –Lea, mí
joven. Después hablaremos sobre esto. ¿Ese
camarero es sordo? –Hizo una v con los dedos para el camarero, y continuó: -Mire,
es muy importante conocer la historia del pensamiento humano, para que usted
pueda entre otras cosas comprender el sentido de estos golpes del destino que
caen sobre nosotros. ¿Cuáles son las causas de la creciente calamidad que asola
o no el mundo actual?...
Este punto el maestro ajustó con el dedo medio extendido
y los demás cerrados, el arco entre las lentes de las gafas –y este gesto me
hizo pasar en la retina la evocación de un gesto inmoral…
– ¿Viene
de hoy? ¿De cuatro años del último presidente de
Como ha dicho maestro Carpeux: "El espíritu de las
grandes masas, pueril por naturaleza”. Resultado: “espíritus artificialmente
protegidos en el estado pueril con una formación profesional superpuesta".
Es el utilitarismo de las universidades actuales. El utilitarismo es el enemigo
mortal de
– No, de ninguna manera. Sabe, maestro, eso que usted
dijo me recuerda las cosas que mi novia ha estado pensando y hablando conmigo.
–
¿Ella piensa así también? ¡Finalmente se salva uma alma!
– Es. Ella estudiaba turismo, pero después abandonó, e
hizo vestibular para administración con gestión de sistemas.
– Interesante... – dijo el maestro ocultando una sonrisa
dentro de la taza.
– Es. Ella ha leído una tal de… ¿cómo es mismo el nombre
de la figura? ¡Ah! Marilyn Fergunson,
que es la autora de un libro llamado
El maestro movió los ojos y vertió el resto de la cerveza
garganta abajo. Después con el bigote blanco de la espuma volvió a gritar:
– Dos más, ¡rápidamente! – Volvió bruscamente la cara
para el estudiante y, apretando los ojos, dijo: -Ya he visto esta película…
movimiento hippie, paz y amor, Woodstock y mucha marihuana rodando.
– No, no, yo conozco esa onda ahí, pero la cosa ahora es
diferente. Es otra onda, ¿sabe?
– Sé, pero ¡espero Dios que no sea la onda Alvin Toffler, Espero mi Dios! –Sus
labios se movieron y la nariz se contrayó de asco.
– Qué onda?
– Alvin Toffler,
un hombre sin carácter que predica que estamos al borde de una nueva Edad Media
o Edad de las Tinieblas sin posible redención, incluso en el mundo virtual. Camarero!
Por fin el camarero les sirvió. El profesor tomó la copa
y empezó a beber con entusiasmo.
–Pues, maestro, ella se asoció, es decir, ella no, su
grupo, que se llama Burbuja Azul, en Abrasca, que es
–Es que ya existe Abrasca ¿verdad? – el maestro preguntó
con ojos curiosos.
–Hay sí. Hoy yo he marcado con ella acá para que fuéramos
a una reunión de
El maestro, que llevaba el vaso a la boca, se detuvo, y
muy irritado:
–Qué?
Lo que es eso? Anda, me explica. Tal vez sea una verdad
sacrosanta lo que salió de su boca ahora. Pero tenga la bondad de explicarme ¿qué
cosa es esta?
–Bien, yo todavía no entendí perfectamente lo que es
esto, no.…- respondió el estudiante con la mirada confusa.
–iDios mío! – El maestro puso las dos manos en la frente
y los codos en el mostrador, para, después de unos segundos, volver a hablar al
joven tan pensativo:
–Tal vez la tribu primitiva, el buen salvaje de Rousseau…
o el admirable iroqués[1]
de Engels[2]…
El muchacho miraba al maestro más asombrado que nunca. Y
éste se puso en silencio, miró el reloj y dijo:
–Creo que Jorge no viene más...
Después de largo silencio el maestro continuó pensativo:
-Tal vez la desaparición de las personalidades en el mar
igualitario de las masas produzca esta reacción instintiva e irracional de la
búsqueda de las tribus. Es una lucha desigual esa de la anarquía del sistema de
autogestión contra la unanimidad reduccionista, sin embargo, es una brecha…
Vaya, mi hijo, vaya a ver su reunión alternativa…
El estudiante lo miró y sonrió avergonzado, al considerar
tal vez que el maestro estaba un poco borracho diciendo aquellas cosas que no
comprendía. Y el otro, con la lengua enrollada, gritó al camarero:
-¡Camarero! ¡No más cerveza! Ahora yo quiero beber una
cálida. ¡Whisky para mí y la cuenta!
Después de servido y pagar la factura, el maestro bebió
de una sóla vez la bebida, haciendo después una mueca. Se levantó medio
oscilante, dio unos palmaditas paternales en el hombro del estudiante, y habló
apoyándose en el borde del mostrador:
–La única certeza que tengo es que todo está incierto en
esta paranoia jamás vista por la humanidad, orquestada por el cinismo… - Llevó
la mano a la boca para eructar, y después llegó a la conclusión con ceremonia
trágica: -¡El cinismo universal!
Y el maestro se fue del bar, tropezando con una silla u
otra, llevando debajo del brazo el Le
Monde Diplomatique todo arrugado.
[1] Iroqués – pueblo indígena de
[2] Friedrich Engels, teórico alemán revolucionario
que junto a Karl Max fundó el socialismo científico llamado El Marxismo.
YO CIEGO
¿Qué hacía yo, un viejo ciego, en un bar? Siempre
he tenido ganas de estar allí, incluso durante un corto periodo de tiempo. Sólo
unos momentos.
Hoy,
palpando el camino con mi bastón, un irresistible sonido de revuelo humano me
ha seducido de nuevo. Conversaciones, risas, voces que murmuran, botellas sin
tapas, tazas rellenadas, al final una sed refrenada me hizo entrar.
Buenos
tiempos los que podía ver. Con dificultad, es verdad, pero veía con la ayuda de
gruesos lentes. Después la ceguera vino, vino y vino, así lentamente. En la
misma velocidad lenta de ésta, también se fueron los amigos de otro tiempo. Cuánto
olvido de una vez…
Al
entrar en aquel bar tal vez podría compartir –incluso desde fuera– la
felicidad de los presentes. Encontrar una mesa no fue difícil. Ser ciego trae
las cosas en nuestra dirección de repente. Resbalé en una, afortunadamente
desocupada. Ningún retraso y el camarero llega a conocer lo que quiero, con la
voz corroída de irritación.
-
Una cerveza, por favor.
A
la izquierda, una conversación de un grupo grande. Deben haber notado mi
presencia, porque hubo algunos segundos de silencio cuando me senté. Un
suspenso cómplice y rápido. Ciertamente, intercambiaban miradas significativas
al decir el uno a otro; -¡Mira un ciego bebiendo cerveza! O: -¡Qué cosa más
graciosa!… Continúan pero el grito de sus afirmativas, en el que se enfrentaron
diferentes puntos de vista, se hallaron, se ajustaban o discordaban en los inconvenientes de los temas del siglo. No, de la década. No, no, del año. Mejor dicho, de nuestros últimos días, que es la tónica
del mundo súper informativo y disperso que vivimos. Existencialismos, Hatha Yoga, mucho sexo, equipo de
fútbol, politiquería, Mike Tyson, extraterrestres, alta sociedad, punk radical
y pollito radical, más allá de tantas otras cosas del género.
A
juzgar por el tono de la voz, una muchacha que recientemente se integrara al
grupo de la izquierda, preguntó a alguien si había cigarrillos y, como si la
respuesta fuera negativa, salí por el bar afuera como mendigo hasta que se acerca
a mí, lo suficiente para que yo sintiera su perfume. Sin embargo, sólo percibe
mi condición cuando ya había indagado por esos cigarrillos. Imagino en las
últimas sílabas de la palabra cigarrillo una cierta vergüenza.
Las personas no saben que el cambio más sutil del
tono de voz puede ser percibida por nosotros los ciegos. A veces, también el
menor ruido y, en ciertas circunstancias, el más pequeño de los actos.
Le
respondí que no fumaba. Me dio las gracias precipitadamente y se alejó algunos
pasos a la derecha, donde, pienso, continuó mirándome, tal vez con la mirada
deprimida de un lamento.
Algún
tiempo más pasé allí, y alguien pagó la cuenta equivocada, otro luchaba para
pagar la suya, una pareja más detrás no podía llegar a un consenso sobre si iban
o no a tener el hijo que ella esperaba. Otro más dentro del bar rompe un vaso,
un hombre se emborracha hablando a los gritos. Más una
cerveza. Un coñaq. Un whisky.
Un grito sensual de mujer, una pornografía bien escrita, un grito, y un todo
tan confuso, que no pude más quedarme.
Caminando
por las calles dormidas, ya no escucho voces, sólo los golpes del bastón en las
piedras del pavimento. Entre uno y otro plact
plact de la amiga metálica pienso de nuevo en lo que a veces casi me hace
perderme. ¿Pero lo que es mismo ser ciego?
LA PALABRA NUNCA
Allí está un hombre simple sentado dentro de un templo. Ha eligido un asiento en la larga hilera de bancos, en la altura del nicho que alberga la imagen de San Pedro.Con las manos juntas, parece recitar una oración. La cabeza hacia abajo, mueve sus labios orando firme, con fe.
Sin embargo, con el paso del tiempo, los labios tornan el murmullo tibio, después frío y finalmente casi dejando de existir. La cabeza, brevemente, queda inclinada del abandono de una somnolencia furtiva, hasta que una extraña oscilación de ideas lo despierta. Él suspira fuerte llenando el pecho y se esfuerza para que vuelva a él la letra de la oración: "Hágase tu voluntad…" Pero, como una turbina que gira alrededor de un eje, cierto tipo de ideas le oscurece el cerebro. ¡Ideas alimentadas!
"¿Cuál habría sido finalmente, el sentido exacto de aquellas palabras del desvergonzado Palhares? Después de obligarme a dispensar Amadeu de los servicios que él hizo para mí con la limpieza y el cultivo de la huerta, llega con esas ideas de posibles reformas.¡De expansiones, de actualizaciones, de gestión administrativa! Esto es una locura. Esto es surrealista. ¿Cómo puede? Y Amadeu, ¿cómo se va a quedarse? ¿Para donde se ha ido? ¿Cómo puede un hombre sin un brazo sostenerse? Y pensar que él vino aquí por las manos de la comisión pastoral de los sin tierra, cuando hubo la recuperación de posesión de aquella finca allanada… Y después que todo el país vio por el televisor, en vivo y en colores, aquellos gritos, incursiones, desmayos, cárceles y a la escena brutal de él tendido en el suelo, con el brazo ametrallado, y la pobre mujer, al lado, con las manos en la cabeza a gritar desesperada, a llorar".
Las manos del hombre ahora están inquietas, las pupilas brillantes, un desasosiego de cuerpo.
"En la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día. ¿Donde Amadeu va a obtener el pan? Palhares con aquél argumento que la diócesis tiene intención de vender parte de las tierras de la iglesia y que, con ese dinero, tal vez construya una nueva iglesia. El problema reside precisamente ahí. Tal vez. Lo que me angustia es esa sugerencia de que me vaya temporalmente para el retiro espiritual. -Es para su bien - dijo él. Para mi propio bien... Para mi propio bien cosa ninguna! No me gustó. ¿Qué voy a hacer allá en el retiro espiritual? Mi casa es esa. Es acá. Siempre fue. Hace sesenta años que soy el sacerdote de esta parroquia. ¡Dios Mío! Necesito concentrarme en la oración. No puedo entregarme ahora a esos pensamientos. Señor nos conceda... Pero yo... ¡ No es posible!"
Una expresión de angustia se ve en el aumento de los ojos.
"Tanto que me he entregado... Hoy estoy tan inquieto. Una cosa dentro de mí, después de la conversación con el Monseñor Palhares, está agitándome, como si estuviera dándome una advertencia. Y yo no tengo sosiego, ese tema va y viene en mi cabeza"
Volvió a inmovilizarse, aéreo, pensativo.
"Y decir que Palhares ha sido mi contemporáneo de seminario…Yo nunca confié en él, nunca fui con ese tipo pelotillero. En mucho menos tiempo que cabría esperar, fue, de clérigo a sacerdote, y ahora, ¡obispo!" No tiene en cuenta tantos años que nos conocimos. Se ha olvidado cuando yo llegué acá esto era un gran corral, que le ayudé a construir esta iglesia con mis propias manos. Es verdad. Yo era un joven idealista y en este sitio, en aquella ocasión, me sentía como si fuera San Pedro a escuchar las palabras del Maestro en Mateus, Cap. 16, vers. 18: ‘también te digo: tu eres Pedro, y sobre esta piedra construiréis mi congregación, y las puertas del Hades no la ganarán…’ Por ahora, al final de mi vida, ¿venir la patada que manda por el aire tanto tiempo? ¿Todo olvidado así?"
Después de nuevo suspiro, bajó un poco la cabeza grisácea.
"Graciosa la memoria del pueblo. Hay unas cosas que yo me acuerdo como si estuviera viendo ahora, otras no… Lo que se ha quedado por detrás, hoy continúo viendo claramente el momento en que entré en el seminario. Veo el hermano Elpidio con aquel vozarrón para advertirnos acerca del dedo vengador de Dios con aquellas locas concepciones de calderones, pinchos y tenedores del infierno. Todo para incitarnos a ocuparnos con el pudor y el recato. Y pensar que, años después, él mismo fue tranquilamente apartado de la iglesia, por la práctica pura y simple de la pederastia".
Una chispa de risa nació en los labios del sacerdote anciano.
"¡Oh Padre, que pensamientos!... Perdón Señor... Y perdona, Padre, nuestras ofensas…"
Manos cruzadas en el vientre. Los pulgares tocándose nerviosamente, hasta que los ojos se aparten para las piedras del suelo.
"Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¿Lo que es esa pista acá? Dios mío ¿serán termitas? No. Son hormigas. Aquellos insectos indiferentes, siempre presentes en todo, a caminar en esta línea, en este va y viene ordenado. Sólo quería saber lo que esas bandidas vienen a pellizcar acá. ¡ Eh! Parece que una de ellas se ha perdido de la marcha, se desorientó y viene para este lado. ¿Será que ella alcanza a mis pies? ¡Hum! Si le doy un batán. No, no ella tan desorientada, debe estar llevando las patitas a la cabeza, como una persona loca. Como la mujer de Amadeu en el televisor. No las hormigas solamente aprendieron la dulce inocencia de subsistencia. Nunca han experimentado el odio que siempre ha sido hecho o perdonarnos unos a otros de las religiones humanas… Hum… Y nunca nos deje caer en nuevas tentaciones, Señor… Nunca conocieron que es un obispo".
Recogió los pies calzados con viejas sandalias de cuero y los cruzó bajo del asiento.
"Es cierto que Palhares no habló explícitamente en vender la capilla. Pero hoy cuando todo se vende... Todo! ¿ Y aquél sacerdote español con la mirada de inquisidor, que estaba junto a Palhares? ¡Dios Santo!"
Las venas del cuello se han mostrado prominentes, las arrugas de su cara arrugada.
"Y líbranos de todo mal... Y todo ocurriendo para hervir mi juicio... Son los sin-tierra que viven a batir en mis puertas. Son los sin-hogar, son los sin-empleo. Es la pastoral penitenciaria de los excluidos de todo. Son los marihuaneros y los traficantes que matan unos a otros. Esa sucesión de tragedias sin parar, sin nexo, sin sentido. Esa libre asociación de la violencia en el imperio está ocurriendo. Quiera Dios que yo tenga nervios para soportar esa locura… ¿Dónde fue que yo estaba? Si. Pero líbranos de todo mal, Señor. Y Palhares. Ah, Palhares...”.
Trajo el cuerpo para el borde del asiento y miró hacia arriba.
"El Señor tiene que ayudarme para que esa venta no se concretice. ¿Cómo puede? ¿Dónde hemos visto sacerdote sin iglesia, sin hogar, sin tierra ? El Vaticano. El Papa no ve eso verdad? Ave Maria llena de gracia, el Señor es con ustedes. Oh! No era esa oración, es el Padre Nuestro. ¿ Qué será de mi?"
Se puso en pie. Con el bramido de las manos parecía llamar Dios a la razón.
"Ya no es suficiente Padre, ¿la brutal expulsión de los fieles? Ni los antiguos han venido más. Senhor... solamente yo... Sin nadie para ayudar en las misas, en los trabajos que exigen asistencia, y por otra parte tener que limpiar todo y cuidar de la huerta".
Volvió a sentarse inquieto.
"Sólo yo sé dentro de mi como está mi corazón. Muchos años sirviendo a la iglesia. ¡De la iglesia, no! En primer lugar, como siervo del Señor, cumpliendo, honrando en la castidad el compromiso que asumí. Aquí, ahora, sólo, sin tener a nadie que me de la mano a la hora de mi muerte. A punto de convertirse en un viejo abandonado en la Santa Casa, siendo atendidos por las Hermanas de la Caridad. Las hermanas.... Yo que nunca me casé. Y Marina. ¿Donde será que está Marina? Aquella perdición. ¿Será que sigue viviendo? ¿ O no? ¡Ah! Mi voluntad es aún llorar..."
Haz esfuerzo para detener las lágrimas que crecen en sus ojos y, ciertamente – a juzgar por la mirada suplicante que puso en marcha -, percibe en el altar mayor la imagen del Cristo de marfil, con los brazos clavados en la cruz de palo de rosa, deformada y refractada por las lágrimas.
"Lo que me vale es que el Señor Dios mio siempre me enseñó el camino de la paciencia. Si no fuera eso, no sé lo que sería de mí. Paciencia y resignación".
Dio a la cara una expresión más abierta, conformal; o mejor: una expresión obediente.
"Seguir los desígnios de la Providencia... Es triste no tener con quien hablar, no poder ser escuchado en este mundo deshilvanado y brutal. Que ironía, tanta tecnología y la humanidad como un hormiguero desbaratado… El mundo ha cambiado mucho… Cambió demás… Dios mio, que horror…"
Se levantó, hizo la señal de la cruz, estiró los brazos y dejó escapar un largo suspiro de resignación depresivo. Ahora mismo, rompiendo el silencio sin habla posible, una pareja de palomas aló el vuelo desde la torre del campanario, hacia el cielo azul inalcanzable.