No son los muertos los que en dulce calma
La paz disfrutan de la tumba fría
Muertos son los que tienen muerta el alma
Y viven todavía...

No son los muertos, no, los que reciben
Rayos de luz en sus despojos yertos;
Los que mueren con honra son los vivos
Los que viven sin honra son los muertos.

La vida no es la vida que vivimos.
La vida es el honor y es el recuerdo
Por eso hay muertos que en el mundo viven
Y hombres que viven en el mundo muertos.


-
ANTONIO MUÑOZ FEIJÓO- Colombia

UNA VIDA EN POESÍA

 

 

 

 

MI FAMILIA

Era un mesón como muchos y de mucha edad,
cuatro hermanos, mis padres, Mi Familia, todos
juntos en el cuartucho, lado a lado hacinados
en el viejo barrio del centro de la gran ciudad.

Mi Madre, llena de espíritu emprendedor
un día, se le ocurrió pensando con osadía,
que aumentaría nuestro pan de cada día,
hacer del cuartucho un pequeño comedor.

Abrió crédito en el mercado y con empeños,
consiguió hacerse de unas mesas y sillas;
con devoción y fe a San Martín le pedía
que le ayudara a sacar adelante sus sueños.

El Santo negro la oyó, pues al tercer día
de abierto el comedor, comensales por fín
llegaron. Su fé y su devoción a Fray Martín
subió, y también su negocio que se expandía.

Minutas, refrescos, tamales y tortillas;
Mi Madre parecía felíz y entusiasmada,
y así planeaba, a la manera corporada,
cambiar de local con más mesas y sillas.

Con plegarias, devoción, trabajo y energía
su comedor creció próspero con el tiempo,
pero su algarabía se convirtió en lamento
cuando el alcohol hizo su aparición sombría.

Ella aumento sus ruegos y pedidos a su Santo,
los miembros mayores de Mi Familia al alcohol
así un día, mientras ellos hacían de Baco su sol,
encontré a Mi Madre, sola, en doloroso llanto.

El castigo de su Santo y su Dios no tardó en venir,
pues sí a través de ella nos habían dado bonanza,
a través de ella nos quitarían nuestra esperanza,
haciendo infierno nuestras vidas, funesto el porvenir.

Un frío Noviembre, Dios mostró su merced
arrebatando su alma bruscamente, Mi Madre
nos dejó para siempre, y la miel en vinagre
se convirtió, como condena a nuestra vil sed.

Con ella murió Mi Familia, tal como la conocía,
y el averno llegó a nuestras vidas ese momento.
El Eterno, impávido, ignoró nuestro lamento
recordándonos el infierno que vivió la Madre Mía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MI MADRE

Eran bulliciosas calles del mercado
que todas las mañanas caminaba
esa mujer tez clara que compraba
apurada por los diarios mandados.


El carro con esa mujer arrancó,
eran pocas millas hasta su casa,
la luz amarilla de pronto cambió,
y su distancia a la muerte escasa.


Ellos eran una Familia numerosa,
y los requerimientos de seis bocas
limitaba la esperanza que era poca;
y su reto era ser madre y esposa.


El bus venía cuesta abajo veloz,
y aceleró más al ver la luz verde;
al impacto se oyó un ruido atroz,
y un alma en la noche se pierde.

Pero ella era una mujer de energía,
y agudizó sus sentidos de ilusión,
consideraba a sus hijos su pasión,
y el bienestar de ellos su ideología.


Un borracho llegó a ver el accidente:
-"
Parece mi esposa", dijo con presteza:
-"
Está preñada", se oye entre la gente:
-"
No es ella", dice el beodo sin certeza.

 

 

Su espíritu emprendedor le estimuló
su afán por tener su propio negocio;
con fe dinámica ella enfrentó el ocio,
y con esperanzas un comedor abrió.


Instantánea y súbita fue su muerte,
y la hemorragia interna por doquier
causó falsa preñez al cuerpo inerte;
¡Y el borracho no conoció a su mujer!

De entre sus cuatro hijos varones,
esa buena mujer tenía su favorito,
ella se apiadó de ese hijo contrito
y su vida de alcohol y perdiciones.

El ataúd estaba a la orilla del sepulcro,
con llantos el cementerio se estremecía,
falsos tardíos sollozos se oían pulcros;
ellos creían que Dios los perdonaría.

Eran creaturas aladas sin saber volar,
tuvieron lo mejor y no apreciaron
a esa buena mujer que no cuidaron,
confundiendo el llorar con enmendar
.

Uno de sus hijos menores confuso parecía
no creía lo que pasaba y no parecía llorar;
en su mente adolescente él no entendía
que se había alterado su vida y su hogar.

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MI PADRE

La ausencia de mi padre contemplaba de lejos,
con su encorvada espalda, su blanca cabeza,
sus pigmentadas manos luchando la pereza,
y sus erguidas piernas rechazando lo añejo,
quizás nunca reconoció que alcanzó lo viejo.

Con él se fueron los años con sudor luchados,
y aquella mujer que alguna vez tanto amó,
los simples detalles que arrulló y mimó,
como aquella mirra de aquél jardín amado,
ya no hay mirra, ni jardín, y él parece olvidado.

Me olvidé que era humano y falible a errar
y mi solvencia moral no era digna de juzgar,
pensé su desgano injusto, me dificultó amar,
creí me olvidó pues de mí se despreocupó,
supuse no le importaba y por eso se ausentó.

Lejos quedaron muchos años ya consumidos,
y su tiempo fue limitado, difícil y tan escaso,
pero el mismo diseño del destino fue su ocaso,
si bien su soledad sus hijos la han producido,
bárbaro y bastardo sentimiento desconocido.

En estos versos yo pido perdón a mi descuido,
sentía me abrumaban sentimientos rencorosos,
así abandoné de ver lo sublime y esplendoroso,
que permitió tener mi padre existiendo conmigo,
pero arrepentido... ¡Aquí va esta rama de olivo!

Tamen

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