POEMA DE LA DESPEDIDA
Te digo adiós y acaso te quiero todavía. Quizás no he de olvidarte, pero te
digo adiós. No sé si me quisiste...no sé si te quería... O tal vez nos quisimos
demasiado los dos...
Este cariño triste, y apasionado, y loco me lo sembré
en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco; Pero
si sé que nunca volveré amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo Y
el corazón me dice que no te olvidaré: Pero al quedarme solo, sabiendo que te pierdo tal
vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con ésta despedida mi
más hermoso sueño muere dentro de mí... Pero te digo adiós, para toda la vida, Aunque
toda la vida siga pensando en tí.

|
|
BALADA DEL LOCO AMOR
No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como
el trigo y las rosas;
Sólo que, a diferencia de la espiga la flor, cualquier
tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón
y el mío saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora,
cuando toca a una puerta, la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y
hay un amor valiente y hay un amor cobarde, pero, de cualquier modo, ninguno llega
tarde.
Amor, del niño loco de la loca sonrisa, viene con pasos lentos igual
que viene a prisa;
Pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco lanza
al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se
divierte, y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más,
cuando la flecha se le encona en la herida, porque lleva el veneno de una ilusión
prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde... Y ni
siquiera entonces el amor llega tarde.
No, yo no diré nunca qué noche de verano me
estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a
ti te digo se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas
cosas, y, todavía menos, la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y
no diré tampoco lo que vi en tu mirada, que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada
más. No era el tiempo de la espiga y la flor, y ni siquiera entonces llegó tarde
el amor...
|