HILDEBRANDO JUAREZ

ANTE EL RELOJ

En verdad.
Cualquiera puede morirse a las seis de la tarde,
y la tarde puede que avance o quede
paralizada como el mármol.
Uno puede morirse hasta arrancarse las uñas
y quedarse tendido sobre el humus
preguntándose a gritos:
¿Donde está lo vital de la caricia y la sombra?
(Para erigir la sombra bajo el ala del sombrero,
basta un cuerpo un cuerpo en dimensiones al nivel de las aceras.
Para erigir la muerte con un sello impresionista,
basta el suicidio y los ojos mortales del leopardo.)

Hoy me acerco al reloj. Soy un péndulo
entre las seis de la tarde y el mar.
Uno debe inclinarse ante el reloj a toda hora,
y por cada hombre que muera sin su lanza
muere un Dios sin amo y sin estrellas.

Es la hora cuando podría abandonarlo todo. ¡Todo!
Hasta el amor que me dieron una y otra vez,
el poco amor del mundo.
Es la hora.....Bástenos para morir, ¡la Cobardía!

INVITACIÓN AL CANTO

-I-
Uno se pone solo en comienzos y comienza a llorar
sonando en plena selva
sentados como el Fidias nos dejamos golpear

Nos dejamos golpear olvidando la aldea
donde en plena noche se hace el rito del pan
y mientras más lloramos es tanta la faena

Tan dura la faena y la dejamos pasar
quedándonos desnudos con el sabor y la pena
con el sol en la frente y la visión del mar

con la visión del mar y un sabor en las venas
que la sangre golpea el antiguo pedernal
cuando quedamos sólos sin el pan y la aldea.

-II-
Hoy has venido tú a no dejarme llorar
cómo una marca u hostia naufragada
en una madreselva o lontananza del mar

ama el que tiene la plenitud del ala
el que entre la guerra entre el bien y el mal
sabe lucir al sol su ruda espada.

Hoy que no tenemos ni leche ni pan
y nos conformamos con la luz del alba
me dan ganas solemnes de matar.

Pero vienes ¡dichosa! con tu esperanza
a construir la mía y a no dejarme llorar
porque nace una alondra en la batalla

yo te lo cuento amada mía al empezar
otra vez a morir mientras se canta
al filo de una rosa precipitada al mar.

SALMO AL OPTIMISMO

Canto este salmo al deseo supremo.
El cordero de mi casa está presente.
Jinete de la tristeza al corazón y su lanza.

Me arrodillo ante la tierra sin agua,
con mis actos de fé por la espíga madura;
y repito: por el fruto, por el fruto deseado.

La tierra sigue estéril como mi sangre.
Yo veré el surco donde eché una lágrima.
¡Quiero también alegrar mi juventud!

(campánulas de tristeza
donde se agitan mis veinte universales años.
Compañero soy, de tí, muchacha.)

Pido y reclamo mi fortaleza
porque no creo que haya desechado.
Cómo en un principio, la tierra exige la lluvia.

La tierra exige la lluvia, mi juventud la vida.
Se oyen nuestros clamores de hierba seca
y el deseo divino del ovario hacia el polen:

¡Señor de la tierra, devuelve mi vida!
¡Señor de la tierra, aleja mi lágrima!
¡Señor de la tierra, vuelve a tu surco!

¡Floria a la semilla nacida!
Bendito el arado y las manos del hombre
porqué es el Hombre quién está con nosotros.

hay alegría en mi juventud.
Vino la lluvia y la voluntad humana
y en el surco creció nuestra semilla.

Tamen

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