Con un afán de árboles
Ella desenterró sus muertos para esta vida en que culminan
diez
millones de vidas,
crucificó su cuerpo en la corte de todos los caminos para mí
alzado
y sin fronteras
y nutrió mis raíces en el hueco de una vieja nostalgia de ojos
madrugados.
Y
fui yo solo entonces a taladrar mi brecha,
prolongando un dolor que me llegaba
nadie sabe de dónde,
a llenar mi destino de ser apenas un jalón en el sueño,
a
pulir mi diamante, a descubrir mi pozo,
a levantar muy alto unas cuantas banderas
de alegría.
Un niño triste a veces se me asoma a los ojos,
pálido niño pálido
de silencio y de anhelo.
A veces también lloro por mi frustrada ancianidad,
grito
sobre mi muerte lejana y prematura,
sumergido en angustia,
como quien hunde
la cabeza en una almohada
para que nadie vea sus latentes racimos de tristeza.
Pobrecito
poeta que era yo, burgués y bueno
espermatozoide de abogado sin clientela
Ah,
corazón en llamas, desplazado, derruido,
expresado a voz alterna de ansia y alegría.
Flor
abierta y sangrando su respuesta sin el
claro motivo de una sola pregunta.
Ah,
compañera, compañera mía, dueña del mundo, esclava.
Ah, silenciosa mía silenciosa...
Tú
y yo concretamos el tiempo y la distancia,
limitamos la vida como entre dos paréntesis
y
ordenarnos el mundo con una geometría inusitada.
De légamos profundos, inconforme,
levantándose
absurda, desmedida,
monstruosa de protestas,
agria la voz que me agobia,
que
me empuja,
que me alza y me sumerge.
De dónde vino a mí?
De dónde fue en
nosotros?
Quién arrojó semillas a los surcos hambrientos?
Desde cuándo eran nuestras
las estrellas?
De aquí. De allá. Ellos. Nosotros. Desde siempre
Para
qué preguntar.
Lento buzo de fuente humilde y mínima
trajo palabra antípoda
para la voz alzada,
desbordada respuesta, ancha, sin tregua,
palpitando en
las vértebras mismas de las interrogaciones,
médula joven mía tensa y firme.
Y
a los potros del viento fatigaron los ecos.
Vivíamos sobre una base falsa,
cabalgando
en el vértice de un asqueroso mundo de mentiras,
trepados en andamios ilusorios,
fabricando
castillos en el aire,
inflando vanas pompas de jabón,
desarticulando sueños...
Pobrecito
poeta que era yo, burgués y bueno...
Y descendí también a los infiernos.
He
visto al hombre desnudo y tembloroso
purificarse en llamas de miseria.
He visto
al hombre en toda su terrible verdad,
en su espantosa y sublime verdad,
revolcarse
en los lodos de las más cruentas y salvadoras abyecciones,
empinarse en los inicuos
pedestales de las más íntimas y dolorosas bajezas
y surgir transparente de los fuegos
de su propia recriminación.
Y también me levanté de entre los muertos.
PARA ENTERRAR A UN MUERTO
|
|
PARA QUE NAZCA UN NIÑOoh dador de la vida |
LOS NIETOS DEL JAGUAR
|
|
|