Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón; está la campánula blanca mirando
la cara del sol.
La nube recoge en su juego soldados, castillo y dragón; el
agua, en su cauce de berros, tres lirios y un pez de color.
De anís las
cabriolas del aire de plumas su vivo listón; les digo que el aire del mundo jamás
fue tan buen bailador.
Me da la calandria su pico, su rama me ofrece el
gorrión, en lunes tan nuevo y tan fino, ¿de qué servirá el reloj?
Abejas
con sueños de azúcar ya buscan un campo de olor; hormigas de rudas faenas va
salen de cada terrón.
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Carmiña y Carmela en su risa que es risa de-siempre-las-dos: Carmela
y Carmiña en su canto alzado de su corazón.
Invierno nos habla, sin lluvias, por
mil semillitas de -amor: verano se ha puesto en las hojas a ser más alegre que
yo.
La oveja descubre retoños que casi le piden perdón; la oveja ha olvidado
su casa, la casa del joven pastor.
Oíd la campana que dice: ¡no habrá,
esta mañana lección! Oíd a la pájara pinta cantando en el verde limón.
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MES DE MAYO
- Ojo celeste del día
abre pestañas de sol. La tierra, mojada y
fresca, traje verde se vistió. El río amarra los juncos con
transparente listón y ensaya la rama erguida danzas que al viento
aprendió. A la orilla del camino y bajo el árbol de olor asoma el
jacinto tierno su frágil cáliz temblón. Vuela la abeja ambarina, zumba
ellerdo moscardón y la ranita de invierno redobla ya su tambor. ¿Quién
borda el primor sencillo del encendido festón que en la loma y en el
llano multiplica su color? ¿Quién esponja el buche rubio del pajarillo
cantor? ¿Quién encumbra, sin temores, el ala fina y veloz? ¿Quién mece
a las olas niñas en su cuna tornasol? ¿Quién traza sobre la
playa dibujos de caracol? ¿Quién pinta la mariposa con polvillo del
fulgor? ¿Quién mueve el resorte oculto del vibrante picaflor? Mayo
baja de las nubes jubiloso y juguetón. ¡Trae manojos de besos y cantos
de lluvia y sol!
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UNA PALOMA BLANCA
Una paloma blanca, que del cielo bajó, con tu carta en el pico y en la
carta una flor.
Caminitos de aire, caminitos de sol; como un ángel pequeño la
paloma de Dios.
En mi casa esperaba una fecha de amor una niña morena de
fino corazón.
Palomita, palomita, si la niña te dió un beso entre las
alas, ¡vuelve al fiel amador!
Si entregó la sortija y el pañuelo entregó, mensajera
discreta, ¿quieres otro favor?
Cuando Mayo regrese al naranjal de hoy, subirá,
todo blanco, hasta el altar mayor.
La campana más joven --que se llama
Asunción-- en ese nuevo Mayo ha de cantarle a dos.
Por eso, como un ángel la
paloma bajó, con tu carta en el pico y en la carta una flor.
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¡GRACIAS, MI TIERRA!
Por estos ventanales que entregan el paisaje,
por los ríos menores y tu gran
padre-río;
por dragones ardientes que del volcán se escapan,
por doseles de musgo
y cunas de semillas,
¡Gracias, mi tierra!
Por el redondo amparo del amante
llanero,
por las ceibas abuelas y su alada familia;
por silencios de aroma
donde el verde es tan joven,
por la flor-mariposa, novia de colibríes,
¡Gracias,
mi tierra!
Por el candor risueño que tiene el ojo-de-agua,
por los cañadulzales
y los bancos de lirios;
por las islas de pájaros en medio de los lagos,
por
el pájaro inmóvil que descubro en la orquídea,
¡Gracias, mi tierra!
Por el
colegio en charla de los patos vulgares,
por la celda de barro en que vive la
avispa;
por el alto columpio de la ardilla instantánea,
por la tornasolada piel
de la lagartija,
¡Gracias, mi tierra!
Por la yegua dormida entre mentas
nocturnas,
por el perro del pobre --humano en su vigilia--;
por las ubres que
filtran anises y albahacas,
por el gallo endamado, con el sol en el pico,
¡Gracias,
mi tierra!
Por el húmedo surco en que el maíz se siembra,
por la tierna mazorca
y el vaivén de la milpa;
por el tibio panal, anegado de flores,
por las humildes
yerbas de todas las cocinas,
¡Gracias, mi tierra!
Por la solar naranja y
el limón curandero,
por la sangre del bálsamo, que es la sangre del indio;
por
la flor del izote -tan nupcial entre espadas-
y por el conacaste, isla de golondrinas,
¡Gracias,
mi tierra!
Por el tabaco anciano, mantenedor de ensueños,
y por el chocolate
en su labrada jícara;
por el chile que pone diablillos en la lengua,
por las
mil y una noches del café y sus amigos,
¡Gracias, mi tierra!
Por la cal de
mis huesos que viene de tus cales,
por tu suelta abundancia, por lo que das y
quitas;
por mi casa sembrada en tu pecho valiente,
por mi verso de siempre,
que es tierra siempre viva,
¡Gracias, mi tierra!
- Moreno el dormido...
Quisiera saber quién le dió, en las venas, su color
de nuez.
Quizás el terrón de oscuro poder o el búho nahual, por indio,
tan fiel.
Mirando, mirando, -¡ay, lo que busqué!- Torcaces que huyen, sangre
de los pies.
Sonríe el dormido... Yo creo que ve los templos perdidos, la
gente de ayer.
Tejedores de antes -uno, dos y tres-, bordan los faisanes, las
grecas también;
Y van los caminos de Izalco a Petén, entre mariposas y
verdes sin ley.
Suspira el dormido... No quiere volver a tierras en
donde sufre lo que fue.
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Caracol antiguo guarda para él la playa lejana del
amanecer.
Las flores del shilo ya no son de miel; la punta de jade se
ha quebrado en tres.
Pueblos fugitivos tienen que correr, y van, tras
su huella, cascos en tropel.
Despierta el dormido... No sabe por qué le
duelen los valles, le duele la sien.
Memorias confusas, una y otra vez, recogen
su sueño en amarga red.
Entre miedos largos no sabe qué hacer, y se
vuelve el niño de muda niñez.
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