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- Yo entro a la casa... Monseñor vestido con el atuendo de sacerdote
espera sentado en una cómoda silla en el cuartito que hacía de confesorio,
entonces me paro frente a él, lo veo fugazmente, me arrodillo a medio metro de
distancia, agacho la cabeza con mis manos en señal de oración... ¡entonces me
doy cuenta!..., ¡Monseñor andaba usando zapatos de básquetbol!...
- Monseñor era frente ancha, piel pálida y ya pelo canoso, era
sesentón
pero bien hartado y cuidado, aparentaba energía y salud...
- -Ave María Purísima... y me pone su mano derecha en mi pelo pato
bravo... siento escalofríos y me da piel de gallina... no le
confieso mucho porque no podía pensar.
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