LA PÉRFIDA ALBIÓN

GEORGE GORDON
-LORD BYR
ON-
1788-1824

LA PARTIDA

¡Todo acabó! la vela temblorosa
se despliega a la brisa de la mar;
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡Ay!, la sola mujer que puedo amar.

Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente batida reclinar
en ese seno que por mi latiera
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.

Yo he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
los amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.

Y rompiendo las olas de los mares
a tierra extraña iré patria a buscar;
más no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde los extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.

Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la mujer que puedo amar

Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en el extranjero suelo
remedio que no hallaré para mi duelo,
lejos de la mujer que puedo amar.

Mujeres más hermosas he encontrado,
más no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolotrado
a la sola mujer que puedo amar.

Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro
¡ay! la sola mujer que puedo amar

Comparando el pasado y el presente
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.

Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida
¡Ay!, la sola mujer que puedo amar.

¡Adiós!... Quisiera verla..., más me acuerdo
que todo para siempre va a acabar:
la patria y el amor, todo lo pierdo...,
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS

¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?

Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.

Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.

Mira: Aramas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?

¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá

Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!

Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.

¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.

Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.

Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.

Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atras,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.

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